Zen Guerrilla han sido, durante mucho tiempo, uno de los secretos mejor guardados del underground americano.
Su crecimiento y actual reconocimiento son fruto del trabajo constante y la fe ciega en sus posibilidades, una actitud que les llevó, en primer lugar, a captar poderosamente la atención de Jello Biafra, quien no dudó en reservarles un hueco dentro del apretado calendario de ediciones de Alternative Tentacles. De allí salieron el single “Trouble Shake” y el recopilatorio de vinilos “Invisible Liftee Pad/Gap Tooth Clown” además de “Positronic Raygun”, su primer asalto al olimpo del caos eléctrico en formato largo. Después llegaría el salto a Sub Pop, con quienes editarían “Trance States In Tongues” en 1999, y la subsiguiente atención de los medios que hasta entonces habían ignorado su propuesta. Por descontado, la prensa no tardó demasiado en relacionar la naturaleza clásica de su sonido con algunos de los revisionistas del momento, como Jon Spencer Blues Explosion o The Make Up, y para variar la metían hasta el cuello. Mientras que al Spencer y sus secuaces les tiraba demasiado el rollito arty y el vacileo funkoide previamente filtrados por la comercialidad, Zen Guerrilla se lanzaban a una vorágine de latigazos eléctricos en la que conviven (a modo de coraza indestructible y transmutados por la divina gracia del Rock’n’Roll) Soul, Blues, Punk, Garage y retazos de Funk psicótico. Ahora bien, si los elementos con los que trabajan están tan vistos, ¿cómo es posible que no resulten un peñazo de proporciones bíblicas? La clave, amigos míos, es que Zen Guerrilla no son una entelequia o producto de una moda: Zen Guerrilla se lo creen. Son Rock’n’Roll en su estado puro, esto es, peligroso, excitante, divertido y, por encima de todo, ruidoso. No se andan con remilgos cuando se proponen tostar tus orejas con “Zombies & Hobos” y “Barbed Wire”; tampoco cuando acometen demenciales orgías de Blues ultraelectrificado en “Smoke Rings” (¡ese hammond enloquecido!) o la toma en directo de “Fingers”, dedicada al infinito Marvin Gaye. Incluso en sus momentos decididamente Soul, caso de “Staring Into Midnight”, están más próximos a MC5 que a Booker T. & The MG’s, lo cual no impide que la elegancia de la escuela Stax aflore en sus interpretaciones menos convulsas. Y por encima de todo, el inconmensurable Michael Durant, un cantante con la garganta en llamas, convincente como pocos y comandante de una nave imparable que completan con sus palpitantes aportaciones Andy Duvall, Carl Horne y un también fantástico Rich Millman (batería, bajo y guitarras respectivamente). Si te parecía que últimamente andábamos cortos de discos convincentes, quizás deberías darle un repasito a “Shadows In The Sun”. Igual te quemas los dedos.
Comentario: Jorge X.
(Fecha de la publicación: 24/01/2002)
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