El grupo de Pablo Carbonell agitó los años 80 con su disparatada interpretación del rock and roll, lleno de humor absurdo y descaro sin límites. Ahora, décadas después, siguen agitando los escenarios a los que se suben. Lo pudimos conocer de primera mano en Santander.
Es complicado calificar a los chicos de Pablo Carbonell dentro de cualquier corriente músical al uso. Posiblemente porque lo suyo no se ciñe exclusivamente a lo musical. En sus shows hay humor, mucho humor, mucha crítica social, mucho desparrame y mucho de todo. Más es más y mucho más es aún mejor. Es la celebración de lo exagerado y de la fiesta. Es complicidad con el público pero también provocación muy estudiada. Compararles con otros grupos como Madness es quedarse corto y este fin de semana en Santander pudimos dar buena cuenta de ello.
La excusa era la celebración del 30 aniversario de su primer disco llamado precisamente así, “30 años de éxitos”, y de su primer largo pudimos oír prácticamente todo, desde sus singles “Yo no me llamo Javier” o “Mi agüita amarilla”, a otros ya clásicos como “Hoy es domingo”, “Twist´as loca”, “Soy un animal”, “DNI”, “Bum Bum 1789” o el homónimo “Los Toreros Muertos”. Dos horas de concierto, con tres bises, en los que además pudimos disfrutar en directo de más clásicos como “Manolito”, “Falangista”, “Tu madre tiene bigote” o versiones de Krahe como la celebrada por el público “No todo va a ser follar” que llegaron a interpretar hasta en dos momentos del concierto. Uno de los momentos más divertidos del show fue precisamente cuando a mitad de “Mi agüita amarilla” encadenaron canciones con más o menos relación con la lluvia como el “Raindrops keep falling on my head” de B.J. Thomas, el “Singin´ in the rain” de Gene Kelly, el “It´s raining men” de las Weather Girls, el “It´s raining again” de Supertramp, el “Ojalá que llueva café” de Juan Luis Guerra y 4.40 e incluso la tradicional “El patio de mi casa”.
Pablo Carbonell es un monstruo en la escena y da igual que interprete, que cante o que haga ambas cosas. El escenario no tiene secretos para él y lo mismo te imita a Miguel Bosé que saca como Mary Poppins de un bolso todo tipo de artilugios sonoros para acompañarle. La banda no tiene que hacer mucho más que dejarse arrastrar por él. Al final del concierto pedía por favor que le dejáramos marchar pues al mediodía del día siguiente tenía que actuar en Sevilla como cierre de un maratón solidario por la Salud Mental y es que después de dos horas sin parar no se puede pedir más. Para la historia de la sala sus palabras de despedida antes de enseñarnos a todos el trasero: “¡55 años!…¡Y me he metido de todo!”. Genio y figura señores.
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Este artículo fue publicado originalmente en La Factoría del Ritmo Número 25 (sección: Reportajes).