Un grupo mítico que regresó décadas después de su momento de esplendor, para celebrar en directo unas canciones que mucha gente asocia a momentos especialmente felices de su vida. A la cita acudieron nostálgicos, pero también gente joven.
¡¡Viva Tequila!!, o Tequila Forever!; pueden ser algunas de las expresiones de los fans del grupo después de sus conciertos en Madrid, ciudad en la que llevaban sin tocar por lo menos 25 años y con una formación bastante mermada, dos de cinco (en dos casos la ausencia es obligada y la declinación en el proyecto del bajista Felipe Lipe).
Dos noches seguidas saboreando este licor añejo del que muchos pensaron que no iban a volver a probar y otros tan sólo oían historias acerca de él. Dos noches, porque los promotores pensaron que podía ser que el Palacio de los Deportes fuera muy grande, así que mejor dos pequeños, y una noche con el cartel de “No hay entradas”, a dejar un recinto a la mitad. Parece ser que el cambio de ubicación despistó a algunos, aún anunciándolo con tiempo suficiente (desde mi punto de vista), y se presentaron en el lugar equivocado.
No fue ese nuestro caso, así que nos presentamos en la rivera del Manzanares (aún en obras), y mientras hacíamos tiempo para entrar, uno se iba fijando en los allí congregados. Lo que se podía ver era principalmente seguidores antiguos que no querían dejar pasar esta oportunidad de ver a sus ídolos, pero también otros adeptos más nuevos. De hecho hubo algunas discusiones pues no se había indicado en ningún sitio, ni con anterioridad, la prohibición de la entrada a menores. También merodeaba la zona algún reventa, algún famoso (Wyoming, Héctor Alterio), y ¡cómo no! la policía municipal tratando de evitar que alguien se hiciera rico vendiendo algún bote de cerveza.
Una vez dentro, se podía palpar el nerviosismo de la gente al irse acercando el inicio, cuando, por fin, salieron al escenario entre vítores, aún con la luz de ambiente, colocándose los instrumentos y comenzando la sesión con el “Rock & Roll en la plaza del pueblo”, y así desempolvando poco a poco canciones que nunca se han dejado de oír. Su estética fue muy parecida a la de antaño, Alejo más llamativo (elásticos verdes y americana multicolor, con un pequeño sombrero), Ariel más discreto y más elegante.
Fue un concierto sobrio, con la madurez de la experiencia y los años, buscando siempre la conexión con el público, alargando estribillos para que pudieran ser coreados, hablando entre canción y canción, y además, contando con la colaboración en varios temas de amigos suyos, como Carlos Tarque (M-clan) y Pereza. También hicieron referencia a Moris, compatriota suyo, del que tomaron prestada la canción “Sábado a la noche”.
Como la edad no perdona (fue obvio cuando Alejo se quito el gorro), una vez pasada la hora, hora y cuarto, empezaron a despedirse, si bien es cierto que alargaron bastante los bises (que también se agradece), durante los cuales hicieron la presentación de los nuevos compañeros y terminaron junto con los demás artistas invitados ”necesitando un trago”.
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