Dice un amigo, que no entiende el deporte del alpinismo, que te dejas la piel (a veces la vida) intentando subir a una cima, y luego, ¿qué?, una meadita, y pa` bajo. Y así sucesivas veces. Esta afirmación podríamos utilizarla para hacer un símil con lo que ha sido un poco el destino de un gran músico, José Luis Campuzano, más conocido en el mundo del rock como Sherpa. Quizás este roquero indomable haciendo honor a su apodo, se dedique una y otra vez a escalar su Himalaya particular.
Subió al Everest y no sólo echó una meadita, sino que también se quedó a observar el paisaje, e incluso, montó su campamento. Pero el destino y los compañeros de viaje le hicieron volver a nivel del mar y hacer escaladas menores, pero siempre en activo. Ahora, y tras coger fuerzas intenta de nuevo el reto de un 8.000, y para una aventura de esta índole que mejor compañía que los amigos y sobre todo con los que ya han observado esos paisajes desde las alturas. Así que Hermes Calabria y dos nuevos compañeros inician la aventura, desde el campamento base de La Sala en Madrid.
La salida se demoró y los empresarios de La Sala haciendo dote de las mejores galas de malas artes tuvieron a la gente esperando a la puerta durante más de 45 minutos. Lo de la espera lo suponíamos, pues desgraciadamente nadie es puntual, pero al menos en un lugar calentito, tomando una cerveza, el tiempo pasa de otra manera.
Una vez apagaron las luces, todo cambió, los vítores y aclamaciones llenaron el ambiente, al igual que el aullido del coyote de El guerrero en el desierto, primer tema de su álbum en solitario y primero en este concierto.
Desde esta primera canción se formó en el ambiente un feeling que a uno le hacía hervir la sangre. El contacto con la gente fue total, no se cortó a la hora de hablar (además se le entendía), cosa que ahora muchos grupos evitan. Comentó canciones, tanto los que forjaron la época dorada de Barón Rojo como las de su disco, de lo que quería decir con las letras, de lo que le gusta y de lo que no, y , cómo no, de quienes le acompañaban esa noche y son ahora su banda.
El repertorio, como cabía de esperar, fue más de los Barones que de Guerrero en el Desierto, cosa comprensible, pues si echamos cuentas de lo que duró el concierto, fueron unas 2 horas, y que sólo tiene un disco de unos 40 ó 45 minutos, y además no tocaron todos los temas (faltaron la versión de House of the rising sun y John), se llega a una sola conclusión. Pero no faltó algo que está en vías de extinción, EL SOLO DE BATERÍA, ese espacio de tiempo que da pie a que el resto músicos descanse un poco y el respetable siga disfrutando, y en el que el Sr. Calabria demostró que aun sin bigote sigue siendo el mismo y está totalmente en forma.
Pero todo concierto llega a su final (aunque cantásemos lo contrario), y tras salir 2 veces de bambalinas por las exigencias del público, en la tercera tuvieron que reconocer que ya no tenían más repertorio. Y aun así y para agrado de los solicitantes se despidieron con una versión.
En líneas generales… ¿qué podemos decir de este concierto, pues que estuvo bien, con un sonido más que aceptable la mayoría de las veces, algunos acoples molestos, pero dado el recinto y el equipo eso se podía esperar. Días después me encontré con Sherpa y me reconoció que ellos apenas se escucharon durante todo el evento. A parte de estos inconvenientes técnicos, la gente respondió y aún así al mítico bajista se le veía un áurea de tristeza, y es que quién sabe si por su cabeza pasarían aquellos conciertos en el Palacio de Deportes tan multitudinarios, o el recuerdo de unos años pasados a los que todos de vez en cuando miramos y verse de nuevo dando esos primeros pasos… Seguro que hay ratos duros pero esperemos que el que nació entre espinas y se hizo viejo en un bosque aún nos de mucho rock&roll.
Artículo: DC Pérez.
Fotos por: DC Pérez.
(Fecha de publicación: 21-04-2005)
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