El estatus de la música cubana no sería el mismo sin trabajo de investigación y rescate de viejas grabaciones que hizo el vocalista y compositor conocido por Radio Futura y Juan Perro.
En los años 80, la denominada “Movida madrileña” refrescó el panorama musical español con nuevas bandas y artistas que con más descaro e ilusión que habilidades musicales, ofrecieron canciones que conectaron muy bien con la esperanzada juventud de la época, que sentía que la democracia llevaba el país a la modernidad, dejando atrás un sombrío pasado marcado por la falta de libertades y de horizontes.
Entre aquellos grupos, Radio Futura era una excepción, pues su dominio instrumental era notable y sus letras brillaban por su originalidad y calidad. Al frente con su voz estaba Santiago Auserón, quien también era el principal compositor del repertorio.
Radio Futura alcanzó el éxito. Y cuando se disolvió en 1992 lo hizo por razones artística, no comerciales, pues era previsible que el público les hubiera acompañados durante varios años más, obteniendo buenos réditos explotando el prestigio y el repertorio que habían acumulado.
En aquella decisión de disolución pesó mucho la personalidad de Santiago Auserón, quien a todos los efectos se puede considerar un “intelectual” en el sentido estricto, y positivo, de la expresión: una persona dedicada al cultivo de las ciencias y las letras.
Santiago en su momento era mucho más que un cantante de música moderna. Y actualmente es mucho más que vieja estrella de los 80. Licenciado y Doctor en Filosofía, escritor, director de la productora musical La Huella Sonora y protagonista de una segunda etapa musical, con el nombre de Juan Perro, de extensa duración (desde poco después de la disolución de Radio Futura hasta la actualidad) y notable éxito (sin llegar a conquistar a las masas, goza de un nutrido número de fieles seguidores y también del respeto de la crítica).
A esto hay que sumar su faceta de investigador musical, pues realizó una aportación fundamental a la música popular: rescatar a la música cubana de la primera mitad del siglo XX del olvido y llevarla al nivel de prestigio y reconocimiento que tiene en la actualidad.
La intuición le llevó a pensar que, si en Jamaica se había desarrollado el reggae, adaptando la cultura musical anglosajona al sentir de la población negra de la isla, en la cercana Cuba podía haber pasado algo similar, con un discurso musical propio, donde el uso del español en las letras fuera diferente al que se había conseguido en el rock y el pop.
A mediados de los 80 viajó por primera a la isla caribeña y, no si esfuerzo, descubrió un patrimonio musical alucinante, ante la incomprensión de las autoridades cubanas, que despreciaban aquel acervo, y la sorpresa de los músicos que compusieron y grabaron aquellas canciones décadas atrás, quienes para aquel momento llevaban demasiado tiempo dedicándose a oficios de supervivencia.
De resultas de aquellos viajes se publicó en España, y en algunos otros países, la colección de antologías “Semilla del son”, cinco volúmenes fundamentales para impulsar el amplio reconocimiento de la tradición cubana y una contribución clave para el actual éxito y aceptación por el público internacional de la llamada “música latina”.
El libro que ahora comentamos se llama como aquella colección de discos, “Semilla del son”, y consiste en una recopilación de textos escritos por Santiago Auserón a lo largo de los años en relación a aquel trabajo de investigación y esas grabaciones rescatadas.
En concreto, se recopilan textos de 5 fuentes: el texto empleado para la presentación del primer disco de “Semilla del son” (1991), las notas del disco “Antología de Francisco Repilado, Compay Segundo” (1996), la necrológica sobre Compay Segundo publicada en El País en 2003, aunque en versión íntegra, el opúsculo redactado para el simposio Cubadisco 2017 y un texto redactado para la edición de este mismo evento de 2018.
Los textos, complementados con una introducción e información bibliográfica, se extienden durante 196 páginas, acompañados de abundante material fotográfico.
En conjunto se trata de un libro muy recomendable para quienes tengan interés por la música cubana o la figura de Santiago Auserón. Los textos están magníficamente escritos, se leen con mucha facilidad, ofrecen muchos detalles históricos, pero también abundantes anécdotas, a veces divertidas, a veces curiosas, y siempre útiles para comprender la dimensión humana de los músicos protagonistas.
La edición realizada por Libros del Kultrum tiene una cuidada factura, con portada en cartón de alas desplegable, un bonito diseño, una buena maquetación y un tamaño manejable (20,96 cm por 13,34 cm).
Se publicó en 2019, si bien el libro mantiene todo su atractivo y resulta sencillo encontrarlo en librerías físicas y en Internet.
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Este artículo fue publicado originalmente en La Factoría del Ritmo Número 26 (sección: ).
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