¿Agresiones sexuales en Pamplona durante los Sanfermines a varias mujeres? Por supuesto. Aberración múltiple por energúmenos zafios, puro vertedero, magreo y masaje testicular cañí sin fronteras.
¿Sólo agresiones?
No, y abuso sexual. Violencia en grupo, consentida y tolerada por quiénes miran, compartida en imágenes mediáticas y morbo catódica. Un abultado hedor sistémico. Eso sí, con condena de la partitocracia bicéfala democrática española.
¿Sólo agresión y abuso?
No, mucho más. Cualquier roce, tocamiento, broma, actitud, magreo, es una violación por ser un acto no consentido, independientemente del resultado, de las rosas compartidas por los que miran, el agobio, el trance, o la estulticia etílica, pues siempre he creído que colocarse porque toca, o hasta perderse la mínima noción de la realidad es pura necedad.
Pero aprovecharse de eso, o de otra circunstancia es un delito sexual, una violación.
¿Creéis que lo que digo es puritano, ñoño, que me paso al decirlo? Espero pero que no, pero me da igual.
A lo ocurrido le sumamos, insito, mover sin talante, ni talento, imágenes a velocidad virtual, violando, a su vez, la intimidad de cada mujer y de cada chica que aparecen retratadas.
Pero es que esto sigue siendo España y me da igual que también ocurra en otros países. Hasta el Papa, Francisco, del cual no soy nada devoto, no lo soy de ninguna religión, acaba de sentenciar que los abusos sexuales de la curia son delito.
Así las cosas, no rezo, pero sí que suplico, para que la feria, el carrusel espectral de imágenes, con lívido y testosterona “campechana”, de este tío vivo sirvan para reconocer e identificar a algunos de estos tipejos –abusones, agresores, violadores-, o a todos y que de una vez se apliquen códigos deontológicos en periodismo informando y no creando circos mediáticos, como en el caso Breda., o en este mismo.
Y toca hacerlo hoy porque como en todo, no es nada profética decir que mañana no existe y el ayer ya está muerto y estos actos no son fúnebres, sino delitos a castigar judicialmente.
Saludo y abrazos, Julián Sánchez Caramazana
Este artículo fue publicado originalmente en La Factoría del Ritmo Número 25 (sección: Cultura y tecnología).
Be the first to comment