Segundo álbum de la cantante Sara Iñiguez, que utiliza el nombre artístico de Rubia.
Se ha hecho larga la espera entre el primer disco de Rubia y su segundo trabajo, 2036. Claro que, Sara Iñiguez no ha pasado este tiempo de brazos cruzados: Conciertos con Rubia, o con Hot Legs y Marrakesh Express (ambas bandas de tributo con lo más destacado del rock nacional en sus filas), preparando su aclamado libro “Recetas del Rock&Roll”, o colaborando con otros artistas.
Tras escuchar 2036, la sensación que me invade es la de que la espera ha merecido la pena. Si ya con su debut, Sara demostró un gran talento para la composición, con 2036 se ha doctorado. Siguen estando presentes los elementos que hacían tan interesante su primer disco, a saber: su particular mixtura de rock filoamericano, pinceladas de psicodelia, coros cristalinos a lo Brian Wilson, estribillos pegajosos, baladas y medios tiempos con aires country, en los que Sara se mueve a la perfección, como una suerte de Linda Rondstadt patria. Pero Sara ha añadido a 2036 otros estilos como el pop barroco beatleiano, la canción de autor americana(es imposible no recordar el Tapestry de Carole King en algunos pasajes de 2036), el rock ácido, o el soul, elementos que Sara ha añadido a su colorista paleta estilística, articulándolos con un lenguaje propio, que da como resultado un estilo muy personal.
Sara repite en los estudios ASK de Alejo Stivel, pero, si en su debut fue el argentino el encargado de la producción, esta vez ha sido la propia Sara la encargada de ponerse al mando, faceta en la que se muestra más que solvente, logrando un gran sonido, preciosista y atemporal. Sara nos canta que “estar contento no está de moda” y puede que no le falte razón.
Aún así, con un artefacto como 2036 entre mis manos no puedo más que ir contra la moda y ponerme muy contento de que surjan trabajos así, y artistas como Rubia, que nos sacan del bostezo y el tedio.
Porque como dijo Nietzsche “la vida sin música sería un error.”
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