Metallica, Soundgarden y Corrosion of Conformity.
Los viajes en metro por Madrid suelen resultar, francamente, bastante anodinos: gente que sube y baja, el mismo sonsonete de los vagones, el mismo “¡Din dan don!, próxima estación.”; pero los días que hay conciertos de rock duro la cosa cambia. Al principio casi no se nota. Te subes en el vagón, te acomodas, si puedes, y te dispones a cruzar la ciudad por unos túneles tan poco acogedores como la superficie de la capital. Pero poco a poco empiezas a ver peludos y camisetas negras. Primero es aquel tipo del final del compartimento, luego se baja la señora gorda y te deja ver a otras dos o tres hormigas. Ahora ya casi estamos llegando a Las Musas, muy cerquita del hormiguero, el estadio de la Comunidad, más conocido por “La Peineta”.
Por fín salgo a la luz del día. Estamos a las afueras, ¡vaya! llegué a pensar que Madrid no tenía “afueras”. Nunca he estado en el estadio pero no hay pérdida, basta con seguir a la gente y a los vendedores de bebidas y camisetas. En el suelo veo que las casas de discos no pierden un momento. Pasquines anunciando el próximo disco de Nirvana me recuerdan que este concierto es algo más que un concierto heavy. Ciertamente Soundgarden no es ni de lejos un grupo heavy y los mismos Metallica han optado por un cambio de actitud musical más orientado a la mal llamada música alternativa. Los únicos que nos hacen recordar lo que un día fueron y significaron Metallica son los chicos duros de Corrosion of Conformity. En cualquier caso también leo anuncios del nuevo trabajo de los contundentes Manowar, así que esto da una idea del público que voy a encontrar dentro, una mezcla indie-heavylona. Finalmente los puestos de camisetas inclinan definitivamente la balanza. Por cada puesto que vende camisetas de Soundgarden hay cinco que venden las de los antiguos hombres de negro. Pero ¡qué más da si hay o no hay mucho indie! yo he venido a gozar de un buen espectáculo y me da igual la longitud de las melenas.
No he terminado de entrar cuando empiezan a sonar los Corrosion. ¡vaya maremágnum!. Moverse entre veinte mil personas no es tan sencillo ¡y no te digo pedir una cerveza!. Volviendo a lo que interesa, los de North Carolina, que ya nos habían visitado como teloneros de Megadeth, saben qué es lo que la gente de este país quiere: ¡Cañita!, y a ello se dedicaron. No paran en todo el concierto y la gente que se los toma en serio, bastante más de lo que suele ser habitual en estos casos, se lo está pasando de lo lindo.
Puntuales a su cita aparecen Soundgarden. Abren su actuación con “Spoon man”, el que en su día fue el single de lanzamiento del “Superunknown” que la verdad, nos ha dejado a todos un poco fríos. Por si fuera poco el sonido no es demasiado bueno y la voz de Kris Cornell no suena clara. ¡Uy uy uy..! esto no me gusta nada. Vamos a ver qué pasa ahora. Bueno, pues lo que pasa es que la cosa se está empezando a animar y que los de Seattle han decido acudir a la artillería pesada y están empezando a sacar temas de sus anteriores discos, más potentes. El genial “Rusty Cage” hace comprender a los más duros que los que están arriba del escenario también saben hacerte mover el esqueleto a pesar de que estos chicos muevan muy poco el suyo. Quitando al bajista, con su instrumento casi arrastrando (evítense chistes fáciles) y el bataka, el resto del grupo está más estático de lo que el público está acostumbrado. Y así transcurre el concierto, potencia arriba y sudor abajo. Una tierna balada, de cuyo nombre no puedo acordarme, supone el epílogo de Soundgarden; tres cuartos de hora bastante aceptables.
Mientras espero a que comience el plato fuerte del día, me pregunto hasta qué punto habrán cambiado los antiguos señores del trash metal y hoy número uno de los cuarenta principales. Curioso el cambio de apoyo de la discográfica porque el anterior trabajo, “Metallica”, ya presentaba el mismo tipo de sonido, que no de influencias, y fue olvidado, para variar, por los medios de comunicación que, como ya se sabe, hasta que no ven el billete no hablan ni de los Stones.
Una musiquilla me avisa que la cosa va empezar. Me dirijo a coger posiciones. Bueno, pues hasta aquí hemos llegado.
¡Aquí salen!…¡pero si no se han apagado las luces!…¡joder, pero si es el “So what!”… ¡a moverse!
Bueno, han atacado el “Creeping Death” y las luces siguen sin encenderse, ¡ahora!!!!. ¡Yeeeeeehhhhhhh!!!! (júbilo generalizado). La cosa está que arde. “Whiplash”. La cosa está ardiendo.
Sobre el escenario una primera parte despejada y detrás de la batería dos rampas que terminan en una plataforma. Abajo, siete micrófonos nos indican que esta gente no piensa parar de moverse. Arriba en la plataforma hay otros tres, o sea que el espectáculo está asegurado.
Mientras relajan al personal con un tema de su último disco me fijo también en el juego de luces, realmente impresionante, parece que se han traído su propia discoteca de gira.
Otro punto y aparte es el sonido. ¿Cómo es posible que sonando tan mal los Soundgarden estos tengan tan buena acústica?. Si bien al principio sonaban un poco espesos, especialmente las guitarras, ahora han conseguido que los punteos se marquen limpios y el sonido es bastante aceptable. Tanto mejor para ellos pero es una pena por los de Seattle, se merecían ser escuchados de mejor manera.
Vuelve la caña, llevan tocando un buen rato y no se han vuelto a acordar del disco de la portada de sanguino-seminal hasta ahora. Mientras suena el arpegio inicial de “Until it sleeps” un heavy “de los de toda la vida” emite un corto abucheo sin mucho convencimiento. Más que indignación me parece oír la voz de aquellos que no han venido porque no les gustaba el último trabajo de los de San Francisco. ¡qué cuatro mil pelas son muchas pelaspor aguantar el “Load”!.
Pues la verdad es que cuando les cuenten lo de esta noche se van a comer las uñas de envidia. Están a punto de terminar y sólo han sonado tres temas del último. Creo que Metallica sabe lo que la gente quiere y se lo están dando. Ahora están con un “mix” del “And Justice for all..” y el “Kill ’em all” que está haciendo a la gente botar y botar y botar.
Los conciertos de Metallica tienen un apartado muy especial y es la hora del “One”. Gritos de guerra y efectos pirotécnicos convierten el escenario en una trinchera de la Primera Guerra Mundial, hasta que suenan esas cuatro notas que pone a la gente los pelos de punta. tan tin tan tin. ¡hay que verlo para creerlo!
El resto de trucos de artificio se los guardan para el “Fight fire with fire”, donde dos columnas de fuego surgen delante del escenario, con el consiguiente socarramiento de cejas entre las primeras filas.
Llega el primer bis y esto es el no va más. La gente está como loca. ¡Lo que faltaba, el “Master of puppets”!. Escuchar a tantos miles de personas corear el estribillo es una emoción que no se olvida fácilmente.
Bueno, pues se acabó la cosa. Una noche de domingo bien aprovechada. Ahora, a enfrentarse con la cruda realidad. El metro está a punto de cerrar y el mogollón que se ha montado es de espanto. Mientras trato de que no me aplasten veo una mujer haciéndose un chino en una esquina. ¡Wellcome home!.
Comentario por Félix Vera
Este artículo fue publicado originalmente en La Factoría del Ritmo Número 4 (sección: Conciertos).
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