Los días 12 a 14 de julio de 2018 se celebró en Madrid este gran encuentro musical, que acaparó la atención de los medios de comunicación generalistas y que nos trajo las actuaciones de grandes figuras de la música actual.
Apuesta todo al rojo en una nueva edición del festival madrileño, hambriento por convertirse en su corta andadura de solo tres años de vida en referencia a nivel europeo del escenario musical europeo. Para ello arriesgó a duplicar su aforo hasta las 80.000 entradas diarias, convirtió en tiempo record un solar de 200.000 metros cuadrados al norte de la capital en el foro musical del rock (en varias de sus disciplinas) y consiguió confeccionar un cartel de lujo con algunos de los artistas más demandados del momento. Por ello cada confirmación que fuimos recibiendo a lo largo de los meses del otoño-invierno del curso pasado era un grito de admiración y de sed por que llegara el ansiado momento. De este germen a la venta de todos los abonos y entradas disponibles para cada uno de los días no hubo mucho tiempo. Tampoco en ver como el festival se va alejando también de lo que viene siendo un evento musical, pues día a día otras ofertas de ocio no relacionadas con las siete notas se unen al macroevento del verano madrileño.
Así que todo preparado para recibir a lo más selecto del panorama musical y a un público que acudió no solo de la capital del reino, sino de otros rincones del país e incluso de la geografía europea (incluida prensa allende los Pirineos).
Pero el primer día cierta desorganización a la hora de entrar al recinto (achacable según la organización a problemas de internet) o bien el problema de las zonas vip cercanas a los escenarios principales (y de las que luego hablaremos) o incluso la supresión del concierto de Massive Attack empañaron tanta expectativa. A ello también se unieron las quejas en cuanto a los precios dentro del recinto o la escasez de algunos productos en la primera jornada.
Pero no todo fueron quejas. En cuanto a lo puramente musical podemos señalar como excelente el apoyo dado por las megapantallas situadas a ambos lados de ambos escenarios o la pulcra puntualidad en el comienzo de todas las actuaciones. Pero, por encima de todo, hay que resaltar el excelente sonido aportado por todas las bandas que, para ser un festival con tanto cambio de escenario y artistas y celebrado al aire libre, es algo a lo que no estamos muy acostumbrados. Un bravo por los técnicos del ramo.
Vamos a desgranar por días las actuaciones a las que asistimos:
Día 1 – 12 de julio de 2018
Por motivos laborales y por motivos circulatorios (gran atasco a la entrada del parking), solo pudimos asistir al concierto de los indiscutibles cabezas de cartel de la nueva edición del festival madrileño: Pearl Jam. La expectación por ver a Vedder y sus acólitos era máxima, tras una prolongada ausencia de los escenarios madrileños de la banda americana. A ello se unía la incertidumbre sobre la voz de Eddie, que solo unos días atrás tuvo que suspender un concierto en la capital inglesa, por problemas de voz. Pero con una puntualidad extrema (algo exigible a un evento donde es necesario coordinar tantos artistas sobre otros tantos escenarios), el cantante chicagüense disipó todo tipo de dudas cuando empezó a entonar las primeras letras al pie de los acordes de Release. Vedder tiene esa magia en la voz, capaz de acunarte con un medio tiempo como Elderly Woman o levantarte de tu silla con Lukin, agarrando el micro con las dos manos y torciendo el rictus cual Dyango yankee. El único superviviente de los front-men de la era dorada del Grunge americano (ya no están ni Cobain, ni Cornell, ni Weiland ni Staley) salió al recinto de Valdebebas con su típica camisa de cuadros, su clásica botella en la mano (en este caso de un buen caldo de la tierra) y, para la ocasión, con una camisa de Pantera como homenaje al recientemente fallecido Vinnie Paul (batería y fundador de la banda, junto a su añorado hermano Dimebag Darrell). A lo largo de las dos horas de concierto no dejó de alternar temas solo a la voz y canciones a la guitarra, brindó con el público en más de una ocasión, bajó a abrazarse (empapado en sudor) a los afortunados que se encontraban en la primera fila en más de una ocasión e incluso (chuleta en mano) chapurreó el castellano para decirnos que amaba España y a su locura. Para todo esto contó con la colaboración de su banda, capitaneada estelarmente por McCready a la guitarra, con algunos solos espectaculares, como en el cover de Eruption (de Van Halen). Y también hubo tiempo para hacer alegatos en contra de la violencia de género (con la difusión de una grabación con Javier Bardem y Luís Tosar) o de oposición al fascismo y la intolerancia en Better man (con un recuerdo para su presidente Trump).
Grande los Pearl Jam y grande Vedder, que es capaz de dejarte incendiado el escenario con Porch y volver para los bises solo en el escenario, frente a su público y con el único apoyo de su guitarra y su voz con Just Breathe, un tema mágico para exprimir, si se puede más, todo el jugo que lleva dentro. Derroche de sentimiento, fuerza y maestría de una banda que terminó con el cover del amigo Neil Young del “Rockin in a free world”. Inolvidable show para olvidar lo acontecido en las primeras horas del festival. A descansar y a guardar fuerzas para el siguiente día.
Día 2 – 13 de julio de 2018
Tras dejar pasar las primeras horas del Festival, donde el sol Lorenzo campa a sus anchas y muestra todo su esplendor, y cuando las primeras sombras de la noche hacen presencia en el descampado de Valdebebas, nos adentramos en el recinto festivalero para ver lo más interesante de esa velada. Sin menospreciar al resto de estilos musicales, bien representados por ejemplo por la publicitaria Jain (que de azul y rojo hace las delicias de los oídos electrónicos), nos acercamos a ver a Jack White, el ínclito frontman (y showman) de la banda estadounidense de The White Stripes. Durante hora y media su sonido estridente y su voz gritona retumba en el recinto “Madrid te abraza”. La concurrencia aguantó bien el setlist de músico americano, compuesto en su mayoría por temas de sus antiguas bandas (The White Stripes o The Racounters). Acompañado por unos teclados con toque psicodélicos y destilando una música de base rock, pero con tintes desde raperos hasta blueseros, el de Detroit se apoyó en su habitual show con su guitarra eléctrica afilada. Como exponente del indie rock, nos dejó temas en los que intentó interaccionar con el público como “Steady as she goes” o “Connected by love”, aunque la locura se alcanzó cuando empezó a desgranar en solitario las primeras notas del “Seven Nation Army”, como colofón a su descarga en Madrid.
Como MadCool te ofrece de la opción de escoger entre diferentes estilos de música, la disyuntiva se nos presentó cuando, a la misma hora tocaban Arctic Monkeys y Alice in Chains. Como al que subscribe, le tira más el estilo de los de Seattle, vimos desde la lejanía comenzar a los de Sheffield y nos fuimos para el escenario más pequeño del MadCool para ver a una de las bandas pertenecientes al póker del Grunge junto a Nirvana, Soundgarden y Pearl Jam. En un concierto de poco más de una hora, los otros embajadores de Seattle en el festival desgranaron la mayor parte de sus éxitos, como Them Bones o Would?, temas oscuros a lo Ozzy, con trazas de trash y esa cadencia marcada del bajo como desafinado. A la voz cantante (en la mayoría de sus temas) estuvo William DuVall, sustituto del añorado Staley.
Vestido completamente de negro, Willian alternó temas con y sin la guitarra, acompañando en las voces por el fundador del grupo Jerry Cantrell. Concierto quizá desplazado a un escenario demasiado pequeño para el caché y el historial del grupo, pero que los asistentes se encargaron de repletar y disfrutar.
Y de allí nos fuimos a ver a Franz Ferdinand. Llegó el grupo escocés a un escenario que le empieza a ser familiar, pues era la tercera vez en el último año que se dejaba ver por estas tierras. Pero aun así, la gente tiene ganas de ver al bueno de Alex Kapranos y los suyos sobre el escenario. En poco más de una hora el grupo británico destiló litros de ese indie rock que obliga a mover las caderas a la concurrencia, a la cual declaró en voz del propio Alex su amor a esta ciudad. Quiso sentir el cantante en su propia piel este amor, bajando a abrazarse con el público, no sin antes pedir a la organización del evento y a la seguridad del mismo que dejaran pasar al público que se agolpaba tras las vallas, a la zona reservada para los Vips del evento. Gesto muy elegante de la banda, que hizo llegar al público a lo más alto cuando entonó su celebérrimo Take me out. De lo mejor de la noche y del festival, todo lo contrario que sus paisanos de Massive Attack, que dejaron con un palmo en las narices a sus fans al negarse a tocar por, según ellos, problemas de incompatibilidad de sonido con otras actuaciones concurrentes (entre las que se incluía la de los propios Ferdinand). En fin, ataque de estrellas.
Día 3 – 14 de julio de 2018
Último día de festival, con las fuerzas ya justas para los que tenemos una edad. Una vez aplacadas las fuerzas del astro rey, no adentramos en el recinto madrileño para ver a uno de los grupos más esperados del cartel de este año: Queens of the Stone Age. Con bastante luz natural en el recinto saltaron las huestes del ínclito Josh Homme a las tablas principales del Festival, sobre un austero escenario, solo adornado por unas barras de leds flexibles, y que sus miembros golpeaban con frecuencia. Y lo hicieron delante de un enfervorizado público que se agolpaba en las proximidades del escenario, a excepción de una zona situada a la derecha del escenario. Esta zona, reservada para los VIP’s del festival, estaba a medio llenar (y era la zona en la que nosotros nos encontrábamos). Para evitar esa desangelada imagen, Homme invitó a los miembros de seguridad a que dejaran pasar al público en general a esta zona acotada. Y lo hizo en los primeros compases del tema “No one Knows”, amenazando con parar dicho concierto y alegando que estaban trabajando a sus órdenes y que su viaje había sido lo demasiado largo como para que no dejaran a toda esa gente poder disfrutar de los QOTSA. Así que ahí se vino el lío entre los que querían entrar y la seguridad del evento, intentando evitar avalanchas. Otra muesca más en el revólver del polémico Homme, famoso hace un tiempo por propinar una patada a una fotógrafa que se encontraba a pie del escenario. Pero bueno, también hubo tiempo para la música y para que los californianos dieran muestra de su buen estado de forma, con temas como The way you used to do o If I had a tail, en un concierto quizá algo corto para ser un cabeza de cartel. Rock a medio camino entre el indie y el garaje rock, con notas psicodélicas y de rock sureño, sonidos estridentes y voz distorsionada.
De allí nos fuimos a ver a Black Rebel Motorcicly Club en el escenario Koko. Haciendo honor a su nombre, rock americano, con matices oscuros y de sonidos punk, echando mano en alguna ocasión incluso de notas desafinadas y con constantes pausas y reanudaciones bruscas.
Sin prisas pero sin pausa nos fuimos a ver otro de los platos fuertes del programa de hoy: Depeche Mode. Muchos de los presentes venían ataviados con indumentarias relacionadas con uno de los grupos esenciales en el panorama electrónico de finales de los 80 y principios de los 90. Con el tarro de las esencias aun lleno para los años que llevan los británicos sobre las tablas, lograron atraer la atención de la mayoría del respetable presente ese día en el recinto de Valdebebas con un show donde el protagonismo lo lleva el misterioso Dave Gahan y su voz nasal, que no para de moverse sobre el escenario. Y a ello contribuyeron los clásicos como Personal Jesus, Enjoy the Silence o Just Can’t get Enough.
Una vez finalizado el turno de los británicos, y sin movernos de nuestra posición, vemos a través de las pantallas del recinto la actuación de los americanos de Nine Inch Nails. Concierto plagado de luces estroboscópicas y sonidos saturados para acompañar al rock industrial de los de Ohio.
Rápida migración por el backstage para irnos al escenario más pequeño del festival a ver a los australianos de Jet. En menos de una hora, los de las antípodas nos bañaron con rock&roll típico de su isla y con clásicos como Are you gonna be my girl?, que la gente bailó como si las reservas de fuerzas estuvieran intactas.
Y para acabar y decir que yo estuve en un concierto de Dua Lipa, nos movimos al segundo escenario del Festival, donde la artista británica hacía danzar a la juventud que adora a la llamada a ser una de las estrellas del pop mundial en los próximos años.
En fin, que festival que ha apostado por la cantidad y la calidad en la música, pero que ha demostrado que hay que mejorar en otros muchos aspectos que no son los musicales precisamente.
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Este artículo fue publicado originalmente en La Factoría del Ritmo Número 26 (sección: ).