Concierto celebrado en Madrid, el 20 de abril de 2018, en el Palacio de Vistalegre.
Arañábamos la medianoche del viernes en Madrid y, tras acabar de ver a Lana del Rey, Mr. Deck y servidor salíamos con ganas de escribir una crónica pero sin acabar de decantarnos si optar por colocarla entre lo más sublime o la decepción más grande. Es complicado valorar una experiencia como la vivida en el Palacio Vistalegre y no será por falta de cultura de conciertos. He podido disfrutar en directo de monstruos como Bowie, Los Rolling, Dylan, Joe Cocker, Muse, Police, Depeche Mode, Elton John, Supertramp, Mike Oldfield, Coldplay, AC/DC, Queen, Kraftwerk, Madonna, George Michael, New Order… y tantos y tantos otros, desde mi primer concierto que fue la presentación en vivo de Luz Casal (con eso os hacéis una idea) hasta colarme en el backstage del concierto que dio Roger Waters en Berlín en 1990 presentando “The Wall” y aun así se me hace duro inclinar la balanza en esta ocasión hacia un lado u otro. Sinceramente es la primera vez que me ocurre (miento, la primera fue Björk en la explanada del Guggenheim hace unos años), así que tiraré por la calle de en medio y comentaré lo que más me gusto y lo que más me echó para atrás. Que no es poco.
Una de sus bazas fuertes es el repertorio sin duda alguna. La Ex Lizzy Grant puede presumir de tener un buen arsenal de temas en el colectivo popular pero el problema surge en si éstos se quedan en un experimento del productor de turno o de si, por lo contrario, hay materia prima en el artista. Pregrabados sonrojantes aparte y que no hacían presumir nada bueno, se alternaron con derroches de voz y carisma en escena, sobre todo cuando la descoordinada y chirriante banda que la acompañaba se hacía a un lado (gracias a Dios) y ella cogía el micro y su guitarra, acariciando una acapella y haciendo gozar en todos los sentidos a los 10.000 afortunados que conseguimos entrar. Un ejemplo fue su versión de “Terrence Loves You” que me dejó literalmente con la boca abierta o el combo “Old Money / Gods & Monsters / Yayo” (rescatada de su primer largo). Tuvo ocasión de revivir el espíritu Marilyn con un “Happy Birthday Mr. President”, que no quisiera para su marido Melania, y consiguió el alboroto colectivo con cada caída de ojos, pelo o rodillas que hincaba en esa playa digital que cubría el escenario de lado a lado y que, con las palmeras y hamacas de atrezo, combinaba bajo sus pies imágenes de playas, piscinas, acantilados y carreteras al más puro estilo Lynch. Era inevitable que se corearan “Blue Jeans”, “Video Games”, “Born to die” o “Ride” hasta el punto de que los fans se adueñaron del recinto sin reparo alguno y Lana disfrutó, o eso parecía, con cada muestra de cariño de ellos. Recibió coronas de flores, rosas, álbumes y todo tipo de “fanchandising” y consiguió ganarme definitivamente en el momento que, donde otras bandas abandonan el escenario para “reponer fuerzas” antes de disparar sus bises, bajó de su Melrose Place particular y estuvo un buen rato haciéndose selfies con las primeras filas, repartiendo besos, autógrafos y cariño a partes iguales, a pesar de que en tiempos recientes ha tenido algún que otro episodio desagradable con seguidores que confunden a los artistas con sus mascotas y que pueden llegar a ser peligrosos si no se detectan a tiempo. Quizás por eso demoró el bajar al foso más de la cuenta y se mostró algo recelosa del contacto físico en un primer momento. No se le discute.
En cuanto a la parte negativa, si obviamos los momentos karaoke que no tenían justificación alguna aparentemente (¡Pero si canta de miedo cuando lo hace!), la banda se lleva la peor parte. Pocas veces he podido oír un sonido tan distorsionado, tan de verbena barata, con todos mis respetos a las orquestas de verbena, en el que no se distinguía matiz de instrumento alguno, a no ser de un bajo que hacía temblar los minis de cerveza como flanes. No ya las carnes de algunos, entre los que me incluyo… Otro punto y aparte fue la del realizador de la única pantalla gigante que había para seguir el concierto desde las últimas filas. Quitando el cuestionable hecho de prescindir del color en pro de dar una imagen más “cool” o retro, o qué se yo, se limitó a planos innecesarios de precisamente la parte del escenario que menos importaba ver en ese momento en detrimento de primeros planos de la artista, como si pensara que desde su sitio lo veía tan estupendamente que todo el mundo lo tendría que ver igual. La colocación de la pantalla tampoco fue nada afortunada impidiendo a buena parte del sector lateral derecho del escenario ver a Lana cada vez que se subía al set palmeril o se tumbaba en las hamacas. ¿Tanto habría costado situarla más atrás o más arriba señor o señora responsable de privarnos de la visión al menos durante la mitad del concierto? Me falta espacio para quedarme a gusto con usted mi muy señor o señora mío o mía. Como de la cabeza pensante que pensó que el Palacio Vistalegre es un recinto adecuado para este tipo de eventos. Porque no lo es ni de lejos. Y de lejos es desde donde tuvimos que aguantar algunos la velada. Un Wizink hubiese sido mucho más acertado por distribución y acústica (sin ser el Olimpo de los recintos ni mucho menos) o un teatro de más reducidas dimensiones. Reconozco que un sold out de diez mil almas no se puede meter en ningún teatro, al menos en una fecha, y que otros recintos más idóneos podían no estar disponibles esa fecha pero, por amor de Dios, ténganlo en cuenta para futuras ocasiones señores.
Y cuando aún resuenan en mi memoria los ecos de su “Off to the races” como broche final y aún no he conseguido quitarme la cara de panoli que se me quedó con su imagen micro en mano tirada por los suelos como la colilla del cigarro que se encendería más tarde y que daría carta blanca a todos los fumadores encerrados ahí esa noche, sólo espero volver a verla en un futuro no muy lejano en un recinto más adecuado y con una banda mucho más acorde a su tipo de música. Si Adele se llevó al Sant Jordi una orquesta con violines ¿Porqué Lana no? Ahí lo dejo. Nota final: Un abrazo a Mer, una seguidora de la Factoría del Ritmo que compartió palco con servidor y que fue un placer conocer. Espero haberme acordado bien del nombre, sino ya sabes tú quién eres…. 😉
Enlaces de interés:
Este artículo fue publicado originalmente en La Factoría del Ritmo Número 25 (sección: Reportajes).