Reflexión del periodista y escritor sobre la crisis del periodismo actual, que ha afectado a todos los medios, haciendo desaparece a buen número de ellos, situando a otros en una incierta encrucijada, y arrastrado a muchos profesionales del sector al paro y a difíciles situaciones económicas.
Digo en un reciente aforismo de un libro mío ya registrado, pero inédito, algo así:
La inmediatez en el periodismo actual tiende a la estafa.
¿Exagero?
¿La información al instante cocinada desde las nuevas tecnologías es un referente de calidad?
De momento creo que es una cualidad poco amortizada y fallida en un tanto por cuento elevado en la virtud de la profesión. La considero más bien, a la tecnología, herramienta al servicio de cotizar en rentabilidad, pero no en hablar de la realidad e informar sobre ella, con una falta latente de contrastación de las noticias y el craso error añadido de contabilizar a la tecnología como una información en sí.
La información, de ahí otro referente de la idea o el concepto de estafa, depende de una maquinaria de intereses muy bien engrasada, exultante en su pálida referencia al oficio, confundida con lo que es la ética deontológica y con una malformación lacerante en la manía críptica de pensar en el futuro construyendo una inmediatez desangelada en el presente. Y es que cualquier suceso no es más rápido según el soporte en que se cuenta, ya que el tiempo es sólo uno.
Y en éste hecho real las empresas amenazan a la profesión en beneficio de una rentabilidad a partir de una uniformidad dedicada al gran impacto, a la cualidad de la inmediatez estética, al input científico de lo multidisciplinar, el cual ha estrangulado redacciones enteras de medios de comunicación en papel y audio y en una remesa alucinada enmarcada en la producción de última hornada, que me atrevo a definir como jaulas audiovisuales. Y es que las herramientas usadas, insisto, no son la información, y el periodismo ciudadano no es un canal atrevido tal como se coordina, si no más bien enrarecido y enredador.
Y en este lastre de intereses de los emporiums que dominan las voces políticas, o son dominadas por la política -matrimonio endemoniado donde los haya-, adoctrinando más o menos a gran parte de población castrando con intencionalidad, en lo posible, el criterio y la coherencia, buscando el enriquecimiento, los medios de comunicación, también en soporte digital, caen sobrando redactores, colaboradores, fotoperiodistas, etc, etc, y se escribe con una tendencia a abortar la palabra y la literatura periodística haciendo desaparecer a correctores de estilo que pulían el lenguaje, las frases y daban luz a la oscuridad ortográfica.
Así las cosas es natural que nos refugiemos, si se tienen, en nuestros minúsculos espacios de expresión porque no encontramos empresas que nos contraten para salir a la calle e informar, o para opinar alejados de los discursos oficiales o sectarios que alardean de ser verdades absolutas.
Hoy el periodismo deviene una profesión en declive. Víctima de los intereses corporativos del pastel publicitario, enfocados a un show macabro de arenas movedizas en las que se va fundiendo y en un claro desastre en el que vamos desapareciendo acosados por algo más que los recortes, los despidos y las prejubilaciones, pues muchos periodistas son censurados hasta por los propios medios progresistas que se consideran “el no va más”.
¿Marginación en lo “marginal”?
La aceleración de la noticia frena la riqueza de la contrastación de fuentes y armoniza al artículo, la crónica o la columna de opinión en aguas estacadas de tinta.
A punto de desaparecer profesionalmente del mapa sino encuentro remedio económico en algún contrato de un medio de comunicación pendiente de respuesta o de negociar, mi pregunta del principio es tan global y personal, como deontológica, y mi aforismo se nutre de décadas de experiencia, otros referentes y grandes profesionales.
Una pregunta inicial, además, que puede sumarse a ésta otra:
¿Se busca la noticia?
Vicente Enguidanos, mi director en Onda Cero Mallorca cuando trabajé contratado un par de meses, nos miró a tod@s cuando escuchamos proveniente de la calle como se detenía una ambulancia con su sonido característico. Había que bajar a ver qué pasaba. Allí me fui yo con la grabadora y hablé con un agente de la policía municipal del accidente que acababa de ocurrir. Poco después caíamos unos cuantos de la plantilla mallorquina dados los recortes de personal en la empresa en toda España, y peleaba para que me pagasen mis artículos de opinión en la sección El Catalejo, primera página, en La Voz de Baleares.
Cobré y seguí escribiendo los de mi sección, en la contraportada, Sonidos de La Periferia, más otros trabajos, en el Mondo Sonoro Baleares, como después en otras tantas publicaciones de manera remunerada, .Xornal de Galicia la última, antes en La revista Capital, o en Capçalera, etc etc, siendo desde 2003 colaborador fijo de xornal.com y redactor de La Factoría del Ritmo, al tiempo que desarrollaba mis otras profesiones. En todas las relacionadas con el periodismo las prisas siempre resultaron un trance engañoso, poco mágico y una estafa, y no tan sólo para mí, por eso tuve que buscar el equilibrio necesario.
La inmediatez nos ha sustituido entre otras cosas que ya he citado, pero es la profesión la dañada y los profesionales los que nos extinguimos a temprana edad en un vértigo de conflictos e intereses creados.
Barcelona, 03-04-2012
Julián Sánchez Caramazana
Este artículo fue publicado originalmente en La Factoría del Ritmo Número 25 (sección: Cultura y tecnología).
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