Madrid, sala Arena (lleno). 30 de Enero del 2002. Entrada 16 Euros.
La sala Arena estaba repleta pero en realidad nadie sabía muy bien lo que esperar de este enigmático colectivo musical creado en un hotel ocupa de Montreal. En esta ocasión nos visitaron sólo nueve músicos (en realidad el colectivo lo forman veinte) pero fue más que suficiente: Tres guitarras, dos bajos, chelo, violín, percusionista clásico y batería, los ingredientes no podían ser más eclécticos.
Las dudas sobre si merecía la pena pagar se despejaron desde los primeros acordes. Comenzaron con un fragmento de su primer disco, el impronunciable F#a##oo, que nos dio una idea de lo que iba a ser todo el recital: Pinceladas de melodías sencillas sobre las que los músicos entraban y salían sedantemente. Esotéricos bucles que laboriosamente llegaban a su desenlace con subidas de pura intensidad, guitarras efectistas y ruidosas, rabiosas de fuerza, armonía y disonancia en un equilibrio desconcertante.
Y tras la tormenta una calma infinita de notas minimalistas y silencios únicamente tolerables en la música clásica o en bandas sonoras. Difícilmente te podías creer lo que estabas escuchando. El tema más breve llegaría a los veinte minutos. Después costaba volver a poner los pies sobre el suelo. Por supuesto todo este derroche era instrumental y aderezado con imágenes sinceras del lugar de donde proceden; imágenes de carreteras vacías, barrios periféricos, rascacielos, gente corriente, todo aquello que cualquier productor hubiera despreciado y que forman eso a lo que llamamos vida cotidiana. La polifonía entre los diferentes instrumentos tiene en este grupo su piedra angular, sin caer en el empalagamiento que nos pueden llegar a suscitar otros grupos de talante atmosférico que se pasan media hora jugando entre dos notas. En el repertorio que presentaron ensamblaron hábilmente partes de su nuevo trabajo Lift your skinny fist like antennas to heaven con temas antiguos llegando incluso a partes de experimentación e improvisación. Todo ello sobre el minúsculo escenario de la sala Arena, en el que ya no cabía un alfiler (un guitarrista estaba prácticamente de espaldas al público).
GYBE esta lejos de lo que cualquier público se podía esperar, su directo esta cargado de expresividad y honestidad, la honestidad de unos músicos sencillos convencidos de olvidar su protagonismo con el fin de poder hacer participes de su música hasta a las piedras. Estos canadiense que vienen de la otra punta de la industria musical han demostrado que todavía hay esperanza a aquellos que piensan que ya todo esta inventado para justificar su incapacidad o su comodidad.
Dos horas y media de un concierto para el que todavía no se han inventado las etiquetas (sobran), que algunos se atreven a llamar punk del siglo 21, exclusivamente por sus orígenes, otros rock de cámara… en fin, una actuación que los que estuvimos allí presentes llevaremos bajo la piel por muchos años. Se rumorea que tras esta gira se separan y cada cual se dedicará a sus proyectos paralelos, al menos nos quedan sus discos aunque es una lástima que escucharlos en casa no sea una experiencia equiparable a su música en vivo.
Artículo: Making
(Fecha de la publicación: 21/02/2002)
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