Ander Duque, fotógrafo de Quite Fantastic, nos cuenta, con afinada prosa, su experiencia en el Festimad.
Primer día. Viernes 2-5-97
Al atardecer, las nubes se congestionaban y con la paciencia de los virtuosos esperamos la acreditación necesaria para acceder al circo de colores, aromas y sabores rancios. Marcados como maltratados por un padre borracho y una vez dentro, la gente miraba a su alrededor e intentaba hacerse un hueco en unos terrenos en principio incómodos pero familiares a cada paso.Un gran escenario vestido de luto era la estrella del parque: el escenario FESTIMAD, que ondeaba al viento recio como una nave pirata con las gasas negras que lo decoraban. Otro escenario llamado Tipo y uno mediano para las novedades se repartían a ídolos y sicarios. Caminar con los ropajes sucios y un microcosmos de aromas sobre el cabello. En el césped sobado de cuerpos cansinos y con la mirada repartida entre cruces violentos con personas y músicos, las manos pesan y cimbran al ritmo de notas mezcladas y libres, no hay techo en el que se estrellen voces y notas, sólo hay libertad.Cuando crees conocer a alguien saludas y sorprenden los encuentros con los conocidos, con aquellos que en la rutina de tu vida contemplas desde otro escenario, allí… QUITE FANTASTIC: la banda, con su fingida arrogancia paseaba su humor entre la jerigonza de los pedantes y las sensuales muchachas de rostro oliváceo. Inventaban itinerarios “fantásticos” por los que discurrían el ingenio, reflejado en sus composiciones, en su sana insania mental creativa y brillante…¿Cuándo navegaremos otra vez por los lodos dulces de la juventud? Irreverencia, visión caleidoscópica de una vida demasiado rutinizada, extravagancia estética para obligar un desvío en la imaginación…¿Cuándo estaremos de nuevo en manos de una rueda alegre? En esos lugares el tiempo se comprime y es parábola de la vida, comprimiendo cada hora y cada día con cada año, en un lapsus inconexo…Todavía seremos jóvenes. Sonaron y sonaron las notas en aquel ocaso rojizo. Los hombros friccionados bajo las sedas negras de aquellas maderas escénicas. Unos y otros relevándose, los colores de la audiencia se mueven como la marea de un océano en marejada. Dormiremos pronto…Mañana es otro día.
Segundo día. Sábado 3-5-97.
Un hotel demasiado escandaloso, por la guturalidad de los amantes tras las paredes, me ha obligado a una vigilia forzada con sinfonías de exclamaciones exhaustas a mí alrededor… El amor.Sol. Más sol Castellano tras las cornisas de las ventanas en el descansillo del hotel. El grupo se va desgranando por las escaleras y todos frotan las palmas de sus manos. Humo. El unitivo humo de un pitillo nos encamina al centro comercial, espantosa visión de un futuro masificado. Apañados como podemos, el vino y el pan, a modo de sagrado testamento, se convierten en la base nutritiva de una dieta tan pobre como la belleza de un “hiper”. Otros recurren al cámping gas dentro de la furgoneta y a modo de grandes “Chefs” franceses especulan sobre la cantidad necesaria de tallarines o la mezcla aproximada en la salsa de tomate.Tórrido y tormentoso, el cielo constriñe sus ganas de evacuar en solidaridad con la mezcla de razas e intereses. Suenan Morphine y todos graban en su memoria un instante, flotante, como un fotograma de recuerdo…Para siempre.Rueda de prensa para los Quite Fantastic. Las preguntas surgen en sucesión, ellos escuetos, sobrios, reducen sus respuestas a una sola: -.”Somos los mejores de este festival y deberíamos haber tocado en el escenario grande…Hasta luego.”Corrillos de desconocidos muestran sus preferencias y hablan con la complicidad en los gustos o la diversidad de impresiones. Cuando vuelve a oscurecer el horizonte del soto, los “fantásticos” emergen en la escena ante un publico lo suficientemente poblado, teniendo en cuenta la competencia sónica del momento.Agresivamente medidos, cálidos y teatrales, cada composición es orillada a la perfección, y los menos cansinos bailan con giros pesados las notas perdidas. Concluyen con el mismo entusiasmo que al comienzo, se desvanecen los aplausos mientras abandonan las alturas, y planean disfrutar de las ultimas horas que les quedan, en aquel selvático ruedo.Los ojos ondean, anochece, poco queda ya, pero según la organización, lo mejor está a la espera. Etilo golpea con fuerza y el oxígeno inspira cada vez más forzado. Una carpa abriga cuerpos enlosados y visiones proyectadas sobre el techo muestran viejas orientales desnudas o dragones de azufre.Ultimos pasos, Prodigy despide. Todo acaba.Sol. Más sol Castellano tras las cornisas de las ventanas en el descansillo del hotel… Volvemos a casa.Adiós Madrid.Comentario por: Ander Duque Carnés.
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