El pasado lunes día 13 de diciembre falleció una de las voces más importantes del cante flamenco, un artista que dominaba los aspectos clásicos del género y siempre estuvo abierto a la experimentación.
Enrique Morente es un cantaor admirado dentro y fuera del flamenco. Su muerte ha dolido a aficionados, músicos y periodistas de ese género musical, pero también de muchos otros, porque en su trayectoria musical se acercó, siempre para engrandecerlos, al jazz, el rock o la música tradicional de lugares ajenos a su amada Andalucía. Además, su forma de ser, cordial, discreta y equilibrada, sumaba un plus de admiración personal sobre su valía artística.
Nacido en Granada, en 1942, en el barrio del Albaicín. Su afición por el flamenco comenzó desde de niño, primero discretamente, para desarrollarse progresivamente hasta tomar una importante decisión en su vida: trasladarse a Madrid, con apenas 20 años, para conocer de primera mano el arte de los maestros del género (que se habían ido concentrado en Madrid, por ser el lugar más próspero para sus carreras). Allí escuchó en vivo a cataores como Pepe el de la Matrona, Manolo Caracol, Juan Vaera o Bernardo en de los Lobitos. Además aprendió de todos ellos y consiguió una relación especial con uno de ellos, Pepe el de la Matrona, quien le acogió como alumno, tras observar en él una especial predisposición a aprender desde el respeto y la más sincera de las curiosidades, aunque en esos momentos no tuviera unas cualidades en la voz fuera de lo normal.
Desde ese momento se inició una progresión personal y artística que no terminó hasta el día de su triste fallecimiento. Primero hizo sus pinitos como aficionado, luego debutó profesionalmente en 1964, formando parte del Ballet de Marienma en las presentaciones que hizo para la representación de España en la Feria Mundial de Nueva York. Su primer disco se lanzó en 1967, “Cantes Flamencos”, y al año siguiente obtuvo una Mención Especial de la Cátedra de Flamencología.
A mediados de los años 70 tenía una merecida reputación como sabio conocedor de la tradición más ortodoxa del flamenco y en 1977 dio su primera muestra de ánimo experimental con su disco “Despegando”. Desde ese momento fue combinando sus trabajos y conciertos orientados a la tradición del flamenco, que producía admiración en los ortodoxos del género, con otras donde se abrazaba con valentía a la aventura de combinar su arte con otros estilos musicales. Con ellas asustaba a los más entendidos, flamencos y del género abrazado, a la vez que conseguía la admiración de muchos aficionados, músicos y periodistas musicales abiertos de mente.
Así fue construyendo un legado del que ahora podrán disfrutar generaciones y generaciones de melómanos, que se deleitarán con sus obras “de ley” y también con su disco compartido con Lagartija Nick, el esencial “Omega” (2008), sus colaboraciones con Los Planetas o Sr. Chinarro, sus discos renovadores del flamenco (muy recomendable “El pequeño reloj”, 2003) y soñarán con haber asistido a sus conciertos compartidos con Sonic Youth, Max Roach, Pat Metheny, Las Voces Búlgaras o La Orquestra Andalucí de Tetuán.
Muestras del alcance de su valor artístico, fueron también algunos de los galardones que fue consiguiendo durante su carrera. En 1972 recibio el Premio Nacional de Cante por la Cátedra de Flamencología y Estudios Folklóricos Andaluces de Jerez de la Frontera. En 1995, fue Premio Nacional de Música. En 1998, recibió el Galardón de Honor de los Premios de la Música. En 2005 la Medalla de Andalucía. En 2006 la Medalla de Oro al Mérito en Bellas Artes.
Reconocimientos a los que hay que sumar hitos como la sublime belleza de su “Misa Flamenca” (1991), haber sido el primer artista flamenco en actuar en el Palacio Real (1986) o sus homenajes musicales a Picasso de los últimos años.
Su fallecimiento se produjo el día 13 de diciembre, lunes, tras sufrir un estado de coma de tres días, resultado de las complicaciones surgidas tras una operación de cáncer de esófago en la Clínica la Luz de Madriz.
En estos días se han superpuesto el dolor de la familia, sus compañeros de profesión y sus admiradores, así como el reconocimiento de su ciudad, con las denuncias por una posible negligencia médica y la macabra acción de unos desalmados que han aprovechado la ausencia familiar para robar en su vivienda del barrio del Albaicín.
Descanse en paz. Gracias por su música, maestro.
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