De una ciudad tan conservadora como Valladolid uno espera ya, después de los estertores de Celtas Cortos, pocas sorpresas.
Nos encontramos , a mi juicio, con una de las revelaciones del pasado año 2002, un grupo que conjuga rock y electrónica, una mirada a las nuevas tecnologías pero, a diferencia de otras posturas, las cuales parten del rock actual para darle una visión netamente siglo XXI, los pucelanos se agarran insistentemente a los cimientos del rock más iconoclasta: a la Velvet Underground, a los grupos de after punk o tecno de los 80, o a todo lo que les haga librarse de la etiqueta de previsibles.
Para empezar, resaltar la calidad técnica de la grabación. Registrada por Paco Loco y remasterizada en New Jersey en los estudios West West Side Music por Alan Douches, el resultado está a la altura de lo que un proyecto de este calibre necesitaba.
Y es que nos encontramos ante un cóctel sólo apto para estómagos amigos de las mezclas. Por los casi 65 minutos del compacto desfilan una pléyade de temas básicamente rockeros pero envueltos en mil heterogéneas capas: el toque cercano al rap de El bar de Blanca, los samplers orientales y el predominio del vocoder de Josuf el Afgano, el sabor terriblemente funki e incluso con cierto olor a Sant Germain de la primera de las instrumentales del disco, Tomate, el aire Velvet de La Granja… y así podría seguir hasta completar los doce temas de los que consta el disco. Y es que cada tema tiene un aire diferente sin dejar de tener una unidad propia, un híbrido resultante del cruce de una púa desgastada por el roce de las cuerdas y los bits que se aparean para donarle a su descendencia ojos de color chip y ritmos de formas cuadradas.
Definitivamente, este Jubilandia es uno de esos discos ante el cual los críticos tenemos poco que hacer, salvo recomendar que lo escuches y disfrutes.
Comentario: Félix Vera.
(Fecha de la publicación: 16/02/2003)
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