Al final, la impresión que un servidor se lleva, es que bandas como ellos, se forjan desde los cimientos del trabajo y del talento, y están a años luz de infinidad de grupos que salen de debajo de las piedras con la etiqueta de “La nueva esperanza del rock….”.
Segunda visita del quinteto de San Diego a tierras españolas después de aterrizar por primera vez como acompañantes de Lady Dottie & The Diamonds hace menos de un año. El motivo no era otro que presentar “American Spiritual”, su segundo trabajo, que después de tres años saciaba la sed de sus seguidores tras aquel trallazo que era “Of Monarchs and Beggars”, y que también hacía pensar cuanto pesarían estas últimas composiciones en un directo que está claramente marcado por los principios más primigenios del Rock & Roll, en los que la inmediatez, la intrascendencia (ojo, y lo digo en el mejor sentido, como la misma intrascendencia que hizo a The Ramones algo maravilloso), y la diversión gobiernan el barco, frente a lo cual nos encontramos un concepto mucho más cenizo y reposado de su último álbum, claramente influenciado según sus propias palabras, por toda esa espiral de negatividad que envuelve al país de las barras y estrellas de unos años para aquí, y en el que se inspiraron bajo la catarsis de los himnos que los afroamericanos cantaban en los campos y las iglesias buscando un rayo de esperanza.
En apenas un abrir y cerrar de ojos, la banda con Koontz a la cabeza, pandereta en mano disipó todas las dudas posibles y se metió en el bolsillo a las poco menos de cien personas que acudimos a la sala Mogambo, abriendo el tarro de las esencias de “American Spiritual” sin ningún tipo de titubeo, seguros de la rotundidad de unas canciones que lejos de restar dinamismo a sus shows, sorprendentemente aportan un plus de intensidad y emotividad a esa poderosa combinación de Booguie, Swamp Blues y Rock que son Dirty Sweet. Ver como afrontaban temas como “Rest, Sniper, Rest”, ”Crimson Cavalry” o “Marionette” con una fuerza que quizás les falte en estudio para que no se resintiesen en escena frente a la crudeza de “Goldensole” o “Man’s Ruin”, me pareció todo un acierto y una muestra de solvencia e inteligencia por su parte.
Sabedores de la consistencia y el potencial de su repertorio fueron, como diríamos en términos deportivos, a por el partido desde el primer minuto, demostrando que a pesar de su juventud, tuvieron el control total de las tablas marcando perfectamente los tiempos, y no dando lugar a ningún tipo de pérdida de intensidad, sino más bien al contrario, ya que a medida que avanzaba el concierto, los ánimos tanto de la banda como del público fueron claramente “In crescendo”. Uno de los aspectos que sin duda más me gustó de los americanos, es lo bien que cuidan las armonías vocales, con unos coros trabajadísimos que conjugados con todo ese torrente de Shouthern Rock y guitarras setenteras, en seguida me trajo a la cabeza bandas como Cheap Trick o Enuff z’ Nuff, porque a decir verdad canciones como “Please Beware” o “You,ve Been Warned” (con un riff que tiene un peligroso parecido al “Mother’s Little Helper” de los Stones), podrían estar escritas perfectamente por tipos como Donnie Vie o Chip Z’Nuff.
En este tipo de bandas con un corte Hard Rock 70’s tan acusado, es lo más normal del mundo que lo primero que destaque sean unas guitarras poderosas reinando en un primerísimo plano, y en esta ocasión tampoco fue distinto. Tanto Jeremy Brown como el simpático Nathan Beale forman una pareja muy solida y compenetrada, marcándose en varias ocasiones unas dobladas a lo Thin Lizzy que arrancaron generosas ovaciones del respetable. Pero la sección rítmica no le fue mucho menos a la zaga, los dos Christian, Mendez y Schinelli (batería y bajo respectivamente) fueron el pegamento perfecto para que el resto funcionase, y esto sin contar con su enorme labor en los coros; un gran trabajo en la sombra.
Después de prácticamente una hora y media sobre el escenario, los californianos se despedían por primera vez del público vigués, ovacionados y agradecidos por la respuesta del mismo, no sin antes invitarnos a mover las caderas con esa delicia extraída de su primer trabajo llamado “Sixteen”, a partir de ahí lo inevitable, arengas y cánticos múltiples para que la banda volviese. Dicho y hecho, sin más miramientos allí estaban Ryan Koontz y los suyos emocionándonos con la preciosa “Isobel” y poniendo la Mogambo patas arriba con “Kill or Be Killed” con un bailecito incluido por parte de Ryan, (algo así como un cruce entre un jovencísimo Chris Robinson y un Redneck de Texas), que no dejó a nadie indiferente, poniendo de esa forma fin a una velada de Rock & Roll con mayúsculas.
Al final la impresión que un servidor se lleva, es que bandas como ellos y otros afines coetánea y musicalmente, como Delta Spirit o Blackberry Smoke, se forjan desde los cimientos del trabajo y del talento, y están a años luz de infinidad de grupos que salen de debajo de las piedras con la etiqueta de “La nueva esperanza del rock….” o “The next big thing…” y que al final se convierten en juguetes rotos en manos del Showbiz, bien por el peso de una gloria demasiado repentina o como suele ser más habitual por una ausencia de calidad absoluta fuera del single de turno triunfando en los charts. Pero por suerte, músicos como los que hoy nos ocupan, saben perfectamente que esto de la música no es un sprint, sino una carrera de fondo, por eso es necesario tener los pies en el suelo y no dejarse embelesar por cantos de sirena. Por aptitud, actitud y proyección, creo que lo mínimo que se les puede ofrecer es continuidad, después el tiempo pondrá a cada cual en su sitio.
Fotos: Jesús Figueirido
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