Hablar de las ventajas internet para la difusión de la cultura sería, hoy en día, tan obvio como alabar las cualidades del airbag en seguridad vial.
¿Qué dónde quiero ir? Al hecho de que tengo entre mis manos una muestra de un material exquisito, que ha llegado hasta este piso de Gijón, gracias a la distancia cuasi-ilimitada que recorren los cables con información.
Gracias a eso, pudo ponerse Bruno Sanfilippo en contacto con nosotros, y gracias a eso no sólo nos ha podido llegar su música, sino un artículo sobre los músicos argentinos de nuevas músicas, new age, o llámalo como quieras.
El caso es que con la globalización que nos ofrece la red uno se da cuenta de la cantidad de música de todos los estilos que se hacen por el largo y ancho mundo y lo limitada que está la tienda de discos de tu ciudad, o de la de al lado, pues al estar movida por los mismos intereses, tiene los mismos discos.
Y es que, como dice alguien, “la verdad está ahí fuera”.
Pero esto es una reseña de un disco, así que antes de que me vaya más por las ramas comenzaré.
Bruno Sanfilippo es un músico argentino con cierta experiencia, aunque sólo tenga en su haber tres discos: “Sons of the light”, “The new kingdom”, publicados en 1991 y 1995 respectivamente, y este tercer disco “Solemnis”, lanzado al mercado en 1998.
Por el compact transcurren no sólo casi una hora de una música deliciosa, sino que además van llegando hasta nuestros oídos las distintas formaciones que ha tenido el músico bonaerense.
En primer lugar, sus conocimientos de música clásica, más evidentes en unas partes que otras, dado que los temas están llenos de pequeños caminos que discurren paralelos con gran armonía. Pero, bajo mi punto de vista, son notables sobre todo sus conocimientos en composición musical aplicada al cine. Y es que el disco está lleno de sugerencias, de imágenes nunca rodadas que podían conformar la banda sonora de una película épica, de las que duran dos horas y media y narran la vida de alguien grandioso desde sus primeros días hasta su muerte.
Destacar el amplio espectro de los matices conseguidos, desde la delicadeza de “Vitreaux azul”, a la sensualidad un tanto arabesca de “Encuentro con el buho”, o la potencia del canon “Solemnis”. Aunque mi favorita es “Suplicante”, pieza muy sugerente a la que echo en falta elementos en off, que la convertirían totalmente en una pieza de cine.
Finalmente, en el aspecto técnico destaca la maestría con la que ha sabido manejar el MIDI, ya que este álbum está grabado usando únicamente esta tecnología. Pero por muy bien que se use, el MIDI funciona mejor con unos instrumentos que otros, y aunque el disco es de muy buena factura, no puedo evitar un cierto chisqueo al oír los tambores de “Vitreaux Azul”.
Si llegado a este punto todavía no sabes muy bien a que puede sonar este “Solemnis”, las comparaciones con Vangelis son inevitables, pero también, como dice el refrán, odiosas.
Comentario por: Félix Vera.
Este artículo fue publicado originalmente en La Factoría del Ritmo Número 8 (sección: Discos, Internacional).
Be the first to comment