Tercer disco de Aina… ¡Quién lo iba a decir! Todavía recuerdo la primera vez que su Ep “Uptight” resonó entre las paredes de mi habitación, allá por finales del ’95 o principios del ’96, y la enorme sorpresa que me produjo escuchar esas tres canciones, un sonido prácticamente inédito en las bandas estatales de la época.
Atesoré aquel siete pulgadas consciente de que, dada la vida media de la mayoría de los grupos relacionados con el HC autóctono, podría ser su único legado, pero pronto apareció un compartido con Rhythm Collision, y después un CD recopilando material de los vinilos junto a temas inéditos… el resto es, como se dice vulgarmente, historia. Aina han roto muchas maldiciones desde entonces, entre ellas la de la longevidad, consiguiendo establecerse como un nombre ineludible a la hora de hablar del Hardcore (en el sentido más amplio) nacional, una banda de brillante futuro cuyo mayor logro hasta la fecha era su disco del ’98, el muy notable “Aina”, o cómo aunar el nervio y la disonancia DC en un retrato elegante y efectivo con poco que envidiar a los más aventajados cachorros de Dischord. Pues bien, han pasado tres años desde aquel deslumbrante álbum y ahora nos damos cuenta, gracias a este “Bipartite”, de lo mucho que los cuatro de Barcelona se guardaban en la manga. ¿Madurez? Puede que sí, aunque a mí es un concepto que me repele particularmente a la hora de hablar de música. Digamos que nada es tan sencillo como antes, y que ya no se dejan llevar tanto por lo que se espera de ellos como por lo que realmente quieren hacer. Olvídense de las etiquetas que les encasquetamos en el pasado, porque Aina han conseguido por fin llegar a ser lo que siempre desearon: un grupo ya no de Hardcore emocional o sonido DC, sino de Rock. Y lo han logrado desprendiéndose del enorme lastre de tener que responder a unos parámetros definidos, abriendo sus horizontes y concentrándose en hacer canciones que, sin perder de vista los modelos armónicos heredados de Washington, les llevan en una dirección tangente a la del Hardcore emocional menos conformista, mucho más rockista y, si se quiere, clásica, que es doblemente interesante por estar planteada desde una perspectiva eminentemente personal. A la tentación de facturar una cómoda continuación de “Aina” han respondido con valentía, talento y, sobre todo, buenas, excelentes canciones, dando forma a un disco que exige ser tomado en cuenta más allá de las murallas del underground. Hay menos canciones que responden a esquemas tipo y más en las que los modelos del pasado evolucionan hacia formas de mayor complejidad, tanto rítmica como armónica, que dejan bastante atrás lo expuesto en su debut. Por supuesto, siguen sonando inequívocamente Aina, pero unos Aina más versátiles e inteligentes, capaces de sacar más partido a sus ideas. Es posible que la participación de J. Robbins en el disco les haya ayudado a dar esta nueva dimensión al grupo (de hecho su trabajo técnico, como viene siendo habitual, es impecable: gran sonido, producción soberbia, mucha dinámica aural…), pero poco se puede hacer por una banda si sus canciones no tienen chispa. Precisamente lo que les sobra a estos chicos. Candidato a disco nacional del año desde ya mismo.
Comentario: Jorge X.
(Fecha de la publicación: 21/02/2002)
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