Un veterano de nuestro rock, en un sorprendente concierto en la antípodas. Rosendo llevó hasta Canberra su energético repertorio y regaló a los presentes uno de esos conciertos para recordar en las noches de invierno.
¿Recuerdan ustedes la escena inicial de la pelicula “Sin Perdon”? En ella se encuentra un avejentado Clint Eastwood en sus tareas de granja cuando de repente recibe una visita que le hará mirar al pasado y considerar volver a su antiguo oficio.
Pues bien, salvando las distancias y los oficios, así se encontraba el que esto escribe, atento a sus tareas rutinarias por las antípodas cuando de repente me llegaron señales electrónicas (el humo ya no se estila) de que el único e inigualable Rosendo Mercado iba a dar dos conciertos en Australia. Por mi mente pasaron en rápida sucesión escenas de mis años de reportero para La Factoría del Ritmo, incluida una entrevista al propio Rosendo hace ya la friolera de… ¡casi veinte años! Así que me enfundé mis pistolas, es un decir, y un bonito fin de semana de primavera cogí mi caballo (es otro decir) y me dirigí a Canberra para reencontrarme con Rosendo, pero también con mi pasado.
Pero, ¡un momento! si no recuerdo mal, Rosendo apenas ha ofrecido conciertos fuera de España, así que, ¿cómo es posible que estuviera a punto de ver un concierto a 17562 kilómetros de Carabanchel?
La razón de su estancia no deja de ser curiosa. Su visita es parte de los actos de conmemoración del bicentenario del nacimiento de Rosendo Salvado, un personaje de esos que merece la pena rescatar del olvido de la historia patria: monje, explorador, defensor de los derechos de los aborígenes y sobre todo aventurero, porque hay que ser aventurero para fundar una misión benedictina a 150 Kms al norte de Perth, que ya de por sí está situado en una zona remota (la ciudad grande más próxima, Adelaide, está a más de 2000 Km).
Este primer Rosendo en Australia era también un virtuoso organista y más de una vez organizó conciertos para recaudar fondos para su misión.
Estas dos coincidencias (nombre y vena artística) han sido la excusa perfecta para que la embajada española se animase a traer a su tocayo a las antípodas, lo cual he de reconocer que ha sido una gran idea, pues nos ha dado a conocer a muchos una figura, la de Rosendo Salvado, que es tremendamente interesante.
El concierto de Canberra se celebró en una sala pequeña, la del bar de la Universidad Nacional Australiana (ANU en sus siglas en inglés) y hasta allí se trasladaron admiradores de diversas partes de Australia, algunas tan remotas como Brisbane, que se encuentra a 1200 Km.
Aunque el concierto se anunció en revistas locales, la mayoría de los presentes eran admiradores del carabanchelero, y eso hizo que el concierto tuviera algo muy especial: sala pequeña pero con buena afluencia de público, buen sonido, público entregado y Rosendo y su banda sabiendo que estaban haciendo historia del rock patrio en las antípodas. Uno de esos conciertos para la memoria.
Para abrir boca estaba programada la actuación del grupo local “El Chavo”, pero antes de ellos se subieron al escenario unos muchachos que tocaron metal clásico bien ejecutado. La verdad es que estaba un servidor más pendiente de asegurarse una cerveza que de otra cosa cuando de repente la melodía del tema que estaba sonando en el escenario me sonó familiar ¡era una versión del “Flojos de Pantalón” en inglés y tremendamente cañera! Salí corriendo y pude grabar los últimos momentos.
También se marcaron un Maneras de Vivir en inglés muy a lo Deep Purple que les quedó bastante bien. ¡Esto sí que no se lo esperaba nadie!
Después sí que salieron a escena “El Chavo”, que trataron de animar el ambiente con su fusión latina y sus ritmos bailables.
Pero no nos engañemos, la audiencia estaba a lo que estaba, y por fin, sobre las diez de la noche aparecieron en escena Rosendo y sus inseparables Rafa Vegas y Mariano Montero.
El padrino del rock urbano arrancó a medio tiempo, como calentando motores, con Mala Vida, para ir desgranando temas de su repertorio más reciente. Entonces a medio concierto cambió de marcha y metió la directa dejando caer El Tren (bendita tradición la de tocar un tema de Leño por concierto) y luego ya lo que siguió fue una muestra de lo más granado de su repertorio, incluyendo su último hit Vergüenza Torera.
Para terminar, el archi-clásico Agradecido y tras un corto receso Maneras de Vivir y Navegando a Muerte en los bises pusieron el broche a una noche redonda.
¿Recuerdas cómo sabía la nocilla de tus meriendas escolares? Pues con ese sabor de boca nos quedamos los asistentes.
Este artículo fue publicado originalmente en La Factoría del Ritmo Número 25 (sección: Reportajes).
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