Dos veteranos músicos de la escena vasca, Jesus Sudupe Patta y Luciano Martin Luka, que formaron parte del grupo Dirección Obligatoria, una banda muy conectada con los legendarios Jotakie, acaban de lanzar un álbum liderado por ambos.
Desde la década de los 80 el pop-rock vasco ha tenido y tiene en el valle del Urola, y especialmente en los pueblos de Azpeitia y Azkoitia, una de sus principales plazas. Entre los grupos surgidos en aquella época destacó Jotakie, uno de los pocos que se atrevió a hacer elegante pop-rock en euskara en los años de eclosión del Rock Radical Vasco. Tras darse a conocer con un LP mítico compartido con Kortatu, Cicatriz y Kontuz Hi!, grabó tres discos que con el tiempo no han hecho más que confirmar la importancia y la influencia que el cuarteto de Azpeitia tuvo en la renovación del rock vasco.
A pesar de no ser tan conocido como Jotakie, Dirección Obligatoria también dejó huella entre los aficionados al pop. En este caso el grupo cantaba en castellano, estaba influenciado por la movida madrileña, y sólo publicó un disco, Il lavoro (1986), que aún muchos recuerdan con cariño.
Ambos grupos estaban conectados entre sí, pues fueron varios miembros originales de Jotakie quienes crearon posteriormente Dirección Obligatoria. Entre ellos estaban Jesus Sudupe Patta (voz y guitarra) y Luciano Martin Luka (bajo). Patta compuso varias de las primeras canciones de Jotakie, pero enseguida dejó el grupo para crear Dirección Obligatoria. Luka en cambio compaginó ambas bandas hasta su disolución, y en los últimos años ha sido miembro de Os Gallardos, otro grupo de la zona.
Casi 25 años después, en el 2010, Patta y Luka volvieron a reunirse en un escenario, acompañados de otros músicos, para interpretar las viejas canciones de Dirección Obligatoria y algunas nuevas en euskara que Patta ha ido componiendo durante estos años en casa. Aquella reunión tuvo continuación y ha dado como resultado Patta eta Sendaezinak, un nuevo eslabón, y una agradable y gran sorpresa, a añadir a la tradición pop-rock del Urola.
Patta eta Sendaezinak retoma en cierta medida el camino de Dirección Obligatoria (Aspertuta puede ser un ejemplo de ello) -no en vano Patta y Luka eran los responsables de las composiciones y arreglos de aquella banda, y siempre queda algo-, pero las diferencias son evidentes: las guitarras se han endurecido y muestran un abanico mayor de sonidos, acorde con la diversidad estilística de las canciones, que van desde el power-pop (Zure barruan) y el rock clásico norteamericano (la soñadora Agur, Rikio) hasta el swing (recupera Joxemai Beltza, una de las primeras canciones de Jotakie, si bien no se publicó hasta 1989 en el disco del mismo nombre), las baladas al piano (Lo egin nahi dut) o guiños al funk (Kalamitate); la voz de Patta se ha vuelto más rasgada y áspera con el paso de los años, y contrasta muy bien con la segunda voz, suave y fresca, de Olatz Prat (Karelean, Lantz); los teclados y el piano de Itziar Beitia y la trompa de Iñigo Aranbarri enriquecen los arreglos con detalles diferentes; y la batería de Iker Arrazola, miembro del grupo de rock esperimental Akauzazte Denok, aporta la contundencia necesaria a las canciones. En ocasiones, Patta eta Sendaezinak se empareja con otras bandas y solistas importantes de Euskal Herria, como Piztiak (en la balada Lo egin nahi dut), Beti Mugan (Ahaztu nauzu behingoz, una de las más guitarreras), Gari (Kalamitate) o Balerdi Balerdi (Zure barruan).
Sin embargo, no se puede decir que sea un disco optimista. Las letras de Patta reflejan los estados de ánimo y reflexiones de un pesimista “incurable” –quizá de ahí viene el nombre del grupo-, cansado y aburrido, falto de ilusión, escéptico, incapaz de entender este “mundo loco y envenenado” y encontrar su sitio en él. Pero también hay sitio para las fantasías (Banpiresa) y la esperanza, reflejada en el tema que cierra el disco, In the Basque Country, donde se pregunta si “vendrán tiempo mejores”. Parece que sí.