El grupo madrileño Hotel Valmont ha publicado su primer álbum.
Hotel Valmont es una banda madrileña formada por Manuel L. Sacristán en 2008, con influencias de rock americano, hard rock y pop español. Tras su andadura en el circuito madrileño de bares de rock, graban su primer larga duración en el mes de agosto de 2011 en los Estudios Yenimusic de Casar de Cáceres, asistidos por el ingeniero de sonido Alfonso Espadero. El disco, producido por Carlos Macías, lleva por título “Señales” y es una colección de 11 canciones intensas, melódicas, en la mejor tradición del rock español callejero, y así mismo poblado de detalles e instrumentación de fuerte raíz americana.
A la venta el 10 de noviembre de 2011, en la web de la banda se pueden escuchar los dos singles de adelanto, “La señal” y “Noches de ciencia ficción”.
“Manuel L. Sacristán aceptó el reto, afinó las cuerdas y el corazón, pulió maquetas, se aferró a las musas y, un año después, se ha descolgado con su primer LP, Señales, un disco que confirma todos los presagios y las sospechas, un disco personal, irrepetible y necesario.
Centrándonos en las canciones, lo que mejor sabe hacer esta banda (gran síntoma), cuesta poner límites a la música que ofrece Hotel Valmont, es complicado recurrir a la socorrida y cobarde etiqueta. Pocas veces un disco se siente menos orientado a encajar en un determinado casillero estilístico o a complacer a una audiencia puntual, así como a adherirse a alguna moda o coyuntura.
El repertorio de Señales, aunque cabría tildarlo de rock, es un dechado de variedad y matices, un disco con una exuberancia de estilos, atmósferas y tonos muy difícil de encontrar hoy en día, tiempos tristes de uniformidad y asepsia. Sacristán y Beto, su mano derecha en la banda, sin olvidar la estimable producción de Carlos Macías, líder de Maggot Brain, conjugaron talento y fuerzas para escapar de lo mediocre y lo rutinario, y el éxito ha sido total. Fogonazos hard-rockeros, arrebatos punk, aroma country y melodías pop, incluso ciertos aires soul, se pasean con garbo y orgullo desde el primer hasta el último acorde, y la cohesión y la naturalidad con la que todo fluye es sencillamente admirable. Del mismo modo, la cantidad de teclas emocionales que pulsa el álbum es también digna de mención. Cada composición es un universo en sí mismo, un paisaje con entidad y empaque, un trozo de entraña de Sacristán obsequiada al mundo para lamer heridas, purgar pecados y saldar deudas.” (Pedro Rubio)