Una mañana lluviosa hasta el aburrimiento te encuentras a la salida del supermercado de turno, un enorme poster de uno de tus ídolos de siempre, nada más y nada menos que el mismísimo Alice Cooper y su “Theatre of Death Tour”. La noche prometía ser especial, siendo esta la última fecha del tour.
La historia de este concierto podríamos decir que empieza así como a principios de octubre, más de un mes antes de la celebración del mismo. Una mañana lluviosa hasta el aburrimiento, cuando te encuentras a la salida del supermercado de turno un enorme poster de uno de tus ídolos de siempre. Sobra decir que todavía me cuesta acostumbrarme a que las calles de mi pueblo de vez en cuando se pueblen de carteles de Motörhead, W.A.S.P, Public Enemy o como en el caso que nos ocupa, nada más y nada menos que el mismísimo Alice Cooper y su “Theatre of Death Tour”.
Después de estos primeros momentos de emoción e incredulidad, pues lo habitual en estos casos, las pertinentes llamadas a los amigos, y en los días sucesivos empezar a atar todos los cabos necesarios, tanto laboral como económicamente para poder estar en Compostela el día veintisiete de noviembre en uno de los shows del año sin ninguna duda. Los días fueron pasando y no mentiría si dijese que cuento con los dedos de una mano los momentos en que en mi reproductor no sonaron algunos de los viejos clásicos de Mr. Fournier como “Love it to Death”, “Welcome to my Nightmare”, “Billion Dollar Babies” o “Muscle of Love”, y así sin parar hasta que llegó el momento de coger el coche y plantarse en el Multiusos Fontes do Sar de la capital Gallega.
Después de la última visita de Alice Cooper a la península, la verdad es que los ánimos estaban por todo lo alto. Su último gran tour hace apenas dos años presentando el correcto “Along Came A Spider”, nos trajo uno de sus espectáculos más excitantes de los últimos años (del cual pudimos ser testigos en el Azkena Rock Festival), por lo que la noche prometía ser especial, más aun sabiendo que se trataba de la última fecha de la gira.
Uno de los aspectos que más positivamente me sorprendió, fue observar la cantidad de gente que se agolpaba en el aparcamiento del recinto, síntoma de que el ambientazo estaba asegurado para recibir al maestro de Arizona (algo de lo que no estaba muy seguro, dado que a pesar de su estatus de intocable dentro del Olimpo del Rock, Alice Cooper nunca ha llenado precisamente estadios en nuestro país). Así que con casi todo el mundo dentro y después de la actuación de los veteranos Atlas de Manolo Arias (a los que desgraciadamente el tráfico no nos permitió ver), a las 21:15 caía el telón del Sar, y en medio de un verdadero delirio colectivo suena el el riff de “School´s Out”, y ante nuestras narices aparece el protagonista de la noche, con un look pseudo-militar, un bastón de majorette y su sempiterna mirada desafiante dirigiendo este circo de los horrores. En esta ocasión, el escenario estaba compuesto por un enorme panel central, con un primerísimo plano de los inconfundibles ojos de Alice, flanqueado a ambos lados por dos monstruos envueltos en telarañas, y una serie de rampas y escaleras que permitían que la banda interactuase en todo momento, tanto con Alice como con los demás integrantes del espectáculo.
El show como de costumbre está concebido como si de una obra de teatro se tratase; con varios actos en los que no hay prácticamente sitio para la improvisación, y en los que todos sus grandes hits van apareciendo, a la vez que en las tablas, la muerte persigue a Alicia de muy diversas formas…
Con “No More Mr Nice Guy” y el himno de rabia adolescente “I´m Eighteen” (pocas letras reflejan tan bien la disyuntiva moral que suponía ser un teenager en la América de los setenta, en la que a esa edad no podías votar pero si ser llamado a filas), la banda acabó por meterse definitivamente al respetable en el bolsillo. Precisamente hablando de los músicos, sería un pecado pasar por alto el gran grupo que el americano ha vuelto a reunir a su alrededor (la verdad es que desde sus inicios siempre ha destacado por rodearse de músicos exquisitos), y de entre ellos, destacar sobre todo al bestia de Jimmy DeGrasso y para mi gusto a uno de los mejores y más infravalorados guitarristas de Rock n´Roll de los últimos años Kery Kelly (un verdadero vendaval). La banda se completa con la guitarra de Damon Johnson y el bajo de Chuck Garrick, que en definitiva vienen a poner le guinda a un combo que suena super-potente y muy versátil.
Después de estos tres primeros cañonazos, el primer respiro nos llega de la mano de “Wicked Young Man”, “Ballad of Dwight Fry” que dio lugar a la primera aparición estelar de la malvada y sexy Nurze Rosetta (encarnada en esta ocasión no por su hija sino por la actriz Tiffany Lowe), para embriagarnos con su “Cold Ethyl” y llevar a Cooper a la guillotina, para después resucitarlo cabeza en mano, al ritmo de uno de sus singles más superventas “Poison”, en el que esta vez nuestro villano favorito, es atravesado por una jeringuilla gigantesca y postrado en una silla de ruedas, mientras que Rosetta se contonea sensualmente (con una radial en llamas!!!) en “Be my Lover”, y posteriormente muere estrangulada en la tierna “Only Women Bleed”.
El destino fatal para Alice después de un nuevo asesinato no podría ser otro que uno de sus números más aclamados: la horca, a la cual es empujado por sus verdugos, mientras nos dedica “I never Cry” antes de que la soga lo deje sin aliento.
Con este precioso medio tiempo, se dio por terminado la parte digamos más melodramática del show, y la banda se queda sola interpretando la pieza instrumental (“Black Widow”), que da lugar al resurgir de Alice, convertido en un arácnido de dimensiones gigantescas para “Vengance is mine”, una performance de corte mucho más duro y “moderno”, en la misma onda que nos encontramos en “Along came a Spider”. Sin apenas tiempo para un pequeño cambio de vestuario, nos disponemos a afrontar la última recta de concierto, de nuevo plagada de hard-rock clásico. En “Dirty Diamonds” y “Billion Dollar Babies” se formaron verdaderos tumultos en las primeras filas, ya que desde el escenario, llovían collares de perlas y billetes respectivamente. A continuación sonaron los primeros acordes de “I love the Death”, que para mi gusto bajó un poco el listón de la noche, y fue un error incluirla, en detrimento de la irremplazable “Welcome to my Nightmare”. Pero enseguida nos compensó con “Feed my Frankenstein” y uno de los números más cómicos de la noche, con una especie de monstruo a medio camino entre Eddie de Iron Maiden y la Cosa del Pantano jugando con los músicos. Fue cuando presentó a la banda antes de retirarse a los camerinos con la vacilona “Under my Wheels”.
El número final llegó a la vez que la americana y el sombrero de copa plateado, en el que Alice se mofa de los políticos con “Elected”, (aunque todos sabemos que su posición en este sentido está bastante clara, ya que en la actualidad es un fiel seguidor del partido republicano), y de nuevo “School´s Out” con las luces encendidas e infinidad de globos y confeti volando por el recinto a modo de fin de fiesta.
Me sería difícil buscar alguna pega a la velada, quizás por decir alguna sería que no hubiese durado más!. Ahora a esperar que definitivamente Alice Cooper entre como miembro de pleno derecho, en el Rock n´Roll Hall of Fame, porque sería una manera (demasiado corporativa a mi parecer) de devolverle todo lo que nos ha dado a lo largo de estos años.
Y eso es todo viejos… como decía el propio Vincent Fournier, en aquel caramelo de Serie b?? titulado “Monster Dog” (Claudio Fragasso)… “El Miedo…El Terror…La Pesadilla… ¡Ellos nunca lo olvidaran!!. Palabra de Alice.
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