Dos horas y media dan para mucho. Un show largo y técnicamente brillante que fue una mezcla de fusión y virtuosismo no exenta de cierto grado de humildad.
Que mejor manera de despedir un fantástico año de conciertos que con la actuación de todo un clásico como Living Colour. Todo un lujo el poder disfrutar en Santiago de Compostela de la formación original que dio vida a este interesante combo allá por 1984.
Ese es el primer pensamiento que vino a mi cabeza dos horas y media después de que Living Colour saltaran al escenario de la Capitol. En ocasiones, algunas grandes bandas escapan a nuestro conocimiento, acaso por ciertos clichés o manías que realmente solo conducen al pozo de la ignorancia. Consciente de que Living Colour siempre fueron una gran banda, servidor nunca se dignó a darles una oportunidad hasta el 20 de Diciembre de 2009, una vez metido a cronista de conciertos, una afición que me ha enriquecido musicalmente y que ha provocado que de una vez por todas conociera una banda de la cual pensaba que solo gustaba a unos pocos freaks.
Cuando entramos a la Capitol esta no tarda en llenarse casi hasta los topes. Se puede observar que la media de edad está sobre la treintena. Me siento feliz, porque la resaca de la noche anterior todavía se manifestaba en percusivos latidos a ambos lados de mi cabeza y al menos mi consuelo era que habíamos “pillado” un excelente sitio en las primeras filas y que debido a la madurez que se respiraba en el ambiente, el comportamiento sería ejemplar en todo momento, como realmente así fue.
Todavía paseando nuestras vistas de uno a otro lado del escenario, observado todo el arsenal técnico del que iban a disfrutar nuestros oídos, se apagan las luces y una pantalla gigante nos muestra la portada de “A Chair In The Doorway”, último y aclamado disco de los neoyorquinos. Segundos después, la formación original hace acto de presencia de una forma tranquila, casi harmoniosa. Se colocan en sus respectivos sitios mientras la gente aplaude con cierto halo de respeto y devoción. El último en salir es el vocalista Corey Glover y los aplausos se hacen todavía más fuertes. El inicio es demoledor, remontándose a su primer y famoso disco “Vivid” con los temas “Middle Man” y la ácida “Which Way To America?”. Ya está…, ya estamos en un fregado de funk, rock, metal y unos cuantos estilos más que juntos y tocados por esta gente hacen que la etiqueta crossover se quede pequeña.
Tras los primeros temas, mi compañero de batallas se lamenta de que elegimos la esquina equivocada ya que siendo él un devoto de los guitar heroes, querría estar más cerca de Vernon Reid, que desde el principio ya nos sorprende con su característica forma de rasgar las cuerdas y unas marcianadas que quitan el sentido. Yo, que soy más de sección rítmica me quedo conforme con la situación y no se me borra la sonrisa de la cara mientras observo paupérrimo el derroche de energía que se gastan el inquieto bajista Doug Winbish y el batería Will Calhoun, que nos traía para la ocasión un set de percusión y sobre todo una estética muy colorista y afrikaner.
Las protagonistas de la noche, lógicamente, fueron las canciones de “A Chair In The Doorway” por lo menos en número. Muy pronto la banda descargó interesantes ejecuciones de “The Chair”, “Decadance” y “The Method”, tres cortes que destacan sobremanera en este nuevo disco. Pero sobre todo me gustó mucho “Bless Those” muy cerca ya del final del concierto y con una slide guitar a cargo de Vernon Reid que sorprendió a propios y extraños.
Cabe destacar dentro del concepto fusionista de Living Colour el gran virtuosismo del que hacen gala sus músicos, especialmente si nos referimos al guitarra Vernon Reid y al batería Will Calhoun, acaso los que más repercusión han alcanzado en sus proyectos personales. Lo de Vernon Reid es para quitarse el sombrero. Gran dominio del arte de la pedalera y los efectos, Vernon adorna los temas como le da la real gana y si bien puede resultar algo maquinal por momentos, es incuestionable la originalidad con la que encara cada una de las canciones. En los solos se explaya a gusto usando casi siempre la técnica del in crescendo, finiquitándolos quemando pastilla a una velocidad desorbitada y con un rasgueo de cuerdas más que peculiar. Que Jimi Hendrix nos venga a la cabeza en algunos momentos del show no es producto de nuestra imaginación. Grandioso fue el momento en el que acabó de rodillas en el escenario tras un largo y electrizante solo que provocó el delirio del personal.
Por su parte, Will Calhoun fue perseguido por muchos ojos y estos sufrieron de lo lindo para seguir los veloces brazos del baterista. También Calhoun tuvo su momento de gloria en el cual se metió en el papel de performance y con las luces totalmente apagadas y con las cabezas de sus baquetas de colores fosforescentes nos ofreció un solo genial a la vez que divertido durante el cual se permitió el lujo de intercalar una pequeña parte de drum&bass. Aunque sorprendido ante estos dos cracks, para quien escribe, sin embargo, los auténticos triunfadores de la noche fueron el genial vocalista Corey Glober que nos mostró su dotes de versatilidad vocal para variar de un registro funk-soul a uno más rockero con una facilidad pasmosa. Divertida es su forma de pasearse por el escenario, ora serio y con cara de psicópata, ora feliz y contento, incluso siendo el primero en quedar ensimismado con los solos de guitarra de Vernon Reid. Sin duda un talento y un gran personaje.
Y si de talento hay que hablar, no podemos obviar al bajista Doug Wimbish, importantísimo en la gran influencia funky de Living Colour y encargado de dotar de más dinamismo a la banda en directo ya que es el más travieso y el que menos guarda las formas de todos ellos. Esto quedó demostrado cuando en su momento estelar bajó del escenario para mezclarse con el personal, el cual no dudó en hacerle el corrillo para que con su bajo inalámbrico y ecualizado como si de una guitarra se tratase, ejecutar un solo que hizo saltar los flashes de las cámaras fotográficas y móviles que se encontraban cerca del suceso.
Dos horas y media dan para mucho. Para la parte final del show dejaron los temas más festivos y coloridos, incluso se marcaron alguna canción de tendencia reggea. Como no podía ser de otra manera fue el momento de tirar la casa por la ventana y obsequiar a los presentes con los temas más pedidos de la noche, caso de “Elvis Is Death”, cuyo estribillo fue españolizado y así coreado junto a un Doug anodino. Pero sin duda el tema que todo el mundo esperaba con ansias y fervor era “Cult Of Personality”, un auténtico himno de su época y con el que la gente “perdió las formas”. “Time´s Up” o la también clásica “Type” también fueron golosinas que degustaron los más fans en un final de infarto.
Un concierto que fue una mezcla de fusión y virtuosismo no exenta de cierto grado de humildad por parte de unos músicos muy “caseros” y dedicados a su público. Un show largo y técnicamente brillante que amortizó el precio de una entrada que muchos tuvieron que pagar haciendo poco menos que un sacrificio.
Living Colour, os habeis ganado un nuevo fan!!!.
Fotos: Jesús Figueirido
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