Tres sesiones diferentes, tres estudios diferentes, tres productores diferentes y tres épocas diferentes en un siete pulgadas (edición limitada de mil quinientas copias y vinilo amarillo) con cuatro temas, dos de ellos inéditos.
La mayoría de vosotros ya sabíais si este disco os iba a gustar o no antes de leer este comentario; de hecho yo ya tenía formada una opinión bastante clara respecto al grupo, opinión que no se han molestado en contradecir en una cara B lastrada por todos los tópicos californianos imaginables; no es que “Dinner Dog” y “An Elf And His Zippo” sean malas canciones, de hecho son temas ágiles, energéticos y bien construidos, pero no encuentro en ellas nada que no se haya hecho ya mil veces.
La cara A es otra historia, empezando con un interesante medio tiempo a lo Descendents para pasar a continuación a una órbita similar a Samiam circa “Billy” en el desarrollo que sólo flojea en el estribillo. A los que afirmaban que para su nuevo álbum habían madurado no sabría si darles la razón o quitársela, pues los dos temas pertenecientes a las sesiones de “Pennybridge Pioneers” (“Penguins & Polarbears” y el ya mencionado “Dinner Dog”, ambos producidos por Brett Gurewitz) no permiten sacar una conclusión clara al respecto, si acaso que resultan menos convincentes cuanto más rápido van y que parecen haber dejado atrás aquellos apestosos fragmentos Ska que tanto me desagradaban. No están mal, tampoco me parecen una banda especialmente reseñable, sólo creo que están demasiado atrapados dentro de las coordenadas de un género en el que no queda nada por decir.
De todas formas, a mí el rollo Epitaph siempre me ha parecido aburrido hasta la saciedad, lo cual dirá tanto en favor de este disco como en el mío.
Comentario: Jorge X
Este artículo fue publicado originalmente en La Factoría del Ritmo Número 10 (sección: Internacional / Discos).
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