Uno no debería empezar una crítica pidiendo perdón, pero en esta ocasión no me queda más remedio.
Pero pongámonos en harina. Horst Luksh es un guitarrista alemán con más de 30 años de experiencia en esto de las seis cuerdas. Práctica el germano un metal instrumental con referentes que apuntan muy alto, Joe Satriani o su compatriota Michael Schenker, pero ¡ojo! no estamos diciendo que Horst sea un dedos-rápidos cualquiera, aquí estamos hablando de nombres consagrados y estamos tomando referentes demasiado poderosos como para ningunear al alemán proponiéndole como mera copia. Nada más lejos de mi intención. Horst es alguien que sabe trabajar los elementos que otros genios crearon para jugar con ellos con un resultado más que sobresaliente. Y eso, desde luego, no lo puede decir cualquiera.
En este “Movimiento” el oyente se puede encontrar ante todo melodía y ritmo, pasíon y furia, y como sugiere el título (el cual según nos cuentan ha sido tomado del español no por casualidad) una sensación de dinámica que hace que el disco fluya como un río que fuera pasando por diversas etapas, desde un bucólico trascurrir alpino (preciosa “Serenade in Paradise”, una joya) a frenéticos rápidos de procelosas aguas (la apabullante “Hurry up”) a ese final sereno, el único tema con voz, que es “Heya, heya”.
La producción es de gran nivel y se agradece que haya una banda que arrope, discreta pero eficazmente, a la guitarra solista y le ayuden a crear atmósfera, pues suele ser este un pecado muy habitual en los discos de metal instrumental: una caja de ritmos y un bajo programados y ¡hala, a tirar millas!. No es este el caso; la presencia de instrumentalistas de carne y hueso dota a los temas de un armazón donde la guitarra puede moverse sin peligro de caer en la monotonía.
Un disco que aunque toma referentes prestados sabe crear su propio cuerpo y que dejará a los aficionados al metal con sentimiento con una palabra en la boca: ¡“Más”!
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