La capital manchega fue testigo privilegiado de un show que dejó a las claras la calidad de la música del artista placentino y rodeado de una banda que ayuda a ensalzar su maestría.
Toledo es Ciudad Patrimonio de la Humanidad desde hace casi cuarenta años. Sus calles y monumentos han sido testigos de excepción de la historia que atesora la ciudad bañada por el Tajo. A lo largo de sus más de 2500 años de historia, muchos artistas de distinto pelaje han dejado patente en sus obras la magnificencia de la ciudad toledana: El Greco, Góngora, Becquer, etc.
Es la ciudad manchega, por tanto, un sitio acostumbrado a recibir a los más altos representantes del arte patrio. Y claro, si estamos hablando de arte y creación y en las fechas que vivimos, como no iba a pisar la capital bola uno de los mayores exponentes del arte en forma de música y poesía como es nuestro Roberto Iniesta Ojea junto a su banda.
Enfrascados en una exitosa gira, con la cual están recorriendo la geografía española de punta a punta para presentar su excelso trabajo “Se nos lleva el aire”, la banda extremeña colgó el cartel de “No hay billetes” tres meses antes de su actuación. Jóvenes y no tan jóvenes llenaron la plaza toledana ansiosos de disfrutar de una exhibición más de alma mater de los Extremoduro. Y a fe que no salieron defraudados. Durante más de tres horas Robe y los suyos deleitaron al público allí presente con una amplia exposición de este último trabajo, pero también dando pie a temas de sus anteriores discos y, como no, a varios versos sueltos de los añorados Extremo.
Arrancó el concierto con unos minutos de retraso (algo inusual en Los Robe de los últimos tiempos) por culpa de un problema en la localización del público de la zona de los tendidos de la plaza (es lo que tiene utilizar estos vetustos recintos). Una vez ubicado todo el mundo, comenzó un show dividido en dos partes, con un pequeño receso de 30 minutos (“haced los que os dé la real gana, que para eso vivimos en un país libre…pero que no “sos” vean” sentenció Robe). Su típico “Destrozares” del álbum homónimo abrió un repertorio que enseguida se vio secundado con su primer tema del último trabajo “Adiós cielo azul, llegó la tormenta”. Robe, que aprovecha los descansos entre tema y tema para soltar sus lapidarias reflexiones (que luego refleja en canciones), declara (en sintonía con su tema “Guerrero”) que el “es un guerrero pacífico que libra sus batallas de puertas adentro”, muestra de esas disputas interiores del músico placentino que la mayoría de las veces vomita en forma de letra y música para sus creaciones.
La temperatura ambiental va in crecendo con temas como “Puntos Suspensivos”, una de las canciones más coreadas de la noche. A estas alturas de concierto ya hemos visto la importancia que tiene el violín en esta banda, al cual secundan a la perfección el resto de instrumentos (aunque quizás a un volumen más bajo, incluida la voz de Loren).
Se siguen sucediendo temas del último y de sus anteriores discos hasta que, a la hora de concierto, suena el primer tema del capítulo cerrado de los Extremoduro. La “Dulce introducción al caos” suena magistral gracias, entre otras cosas, al apoyo fundamental de Carlos al violín, reafirmándose que “La ley innata” es, además de uno de los trabajos más completos de Robe (y seguro que de sus preferidos), una obra maestra quizás no reconocida aun suficientemente por el gran público. Ya con la plaza incandescente y, antes de llegar al descanso, Robe nos deleita con dos de los mejores temas de su último trabajo: “El hombre pájaro” y “El poder del arte”. Ambos temas tienen una longitud considerable, pero no se puede desdeñar ninguno de los imprescindibles segundos de los mismos. En directo suenan con una mezcla entre potencia y suavidad perfectamente acompasada, que hace de ambas canciones unos temas de bandera. Tras este clímax musical se hace necesaria una pausa de varios minutos para coger fuerzas para lo que viene después.
Abre la segunda parte del show una paranoia de la banda y con Álvaro ya a los mandos de un teclado portátil que le permite moverse por el escenario. Para volver a la normalidad se dejan caer “Ininteligible” y sorprenden al respetable rescatando “Tu corazón”, tema que abría el “Somos unos animales” de Extremoduro de 1991 y que desata la locura de los asistentes a la plaza toledana. No baja el ritmo del concierto pues pasan a tocar el segundo y el tercer movimiento de “Mayéutica”, gritando la gente el famoso “Ahora” y ya sin distinguir entre la zona tranquila y la zona marchosa de la pista.
Lanzado está el público, más al ver la sinergia existente entre Robe y sus compañeros de viaje y que viene a reafirmar aquello que el músico placentino espetó en la presentación de este postrero trabajo diciendo que “Los Robe son mucho más banda que nunca lo fue Extremoduro”. Así que, como de la cumbre no nos pueden bajar, el concierto finaliza con la gamberrada de “Esto no está pasando” y con tres temazos como son “La vereda de la puerta de atrás”, el inconmensurable “Nada que perder” (quizás algo descafeinado por su comienzo) y el himno cantado a capella por todo el respetable “Ama, ama y ensancha el alma”. Con los últimos acordes de esta canción, Robe se pasea de un extremo a otro del escenario, con total protagonismo que le ceden sus compañeros de banda, y en lo que parece un homenaje a toda una carrera. ¡Y bien que se lo tiene merecido!
Los músicos se retiran dejando un sabor de boca insuperable al público y poniendo de manifiesto que estamos ante una banda perfectamente emplastada, con un sonido de muy alta calidad en todas sus actuaciones y que corona una vez más a su capitán como uno de los mayores artistas musicales y poetas de las últimas décadas en nuestro país. Robe es también Patrimonio de la Humanidad.
También puedes ver la Galería Fotográfica: “Robe: 7 de septiembre 2024, Toledo“.
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Este artículo fue publicado originalmente en La Factoría del Ritmo Número 26 (sección: ).