Ritmos telúricos y guitarras arabescas, que hermanan continentes, tradiciones y épocas.
Ocho de la tarde en el zaragozano barrio de Las Tenerías. Sentado en la Plaza Tauste, respiro durante unos minutos el escaso ajetreo de la zona: perros paseando a amos, niños paseando a madres y padres, etnias y generaciones mezclándose, dos o tres habituales compartiendo terraza en el bar de la esquina. Barrio, muy barrio. El sol calienta mucho para ser finales de Abril, así que me resguardo a la sombra de los plataneros mientras espero a que se manifiesten Les Conches Velasques. Pocos minutos después aparece Pablo Jiménez, batería, cantante y oficiante mayor de esta cofradía del trance profano que completan Sergio Segura al bajo, y Thomas House y Jesús Landa a las guitarras.
“Celebración del Trance Profano” (2021) es el título de su último disco, pero también lo que se vive en sus conciertos. Mi experiencia con Les Conches está marcada por unos directos en los que, a través de sus cuatro trances individuales, conjuran un entramado de ritmos telúricos y guitarras arabescas que calan en el cuerpo visceral, trazando arcos que hermanan continentes, tradiciones y épocas. Poliédricos como un mosaico mudéjar, algo en ellos me lleva pensar en otros grandes iconoclastas del Rock estatal: Pony Bravo. Pero allí donde el pony es futurista y aéreo, Les Conches son ancestrales y terrosos, un animal duro y tierno a la vez, de paso imparable.
Pasos que inician los pies de Pablo, pero que toma forma en este cuerpo común que, ahora, constituyen los cuatro. Pablo: “A Sergio y a Chechu les tiré la caña desde el principio, y con Tom la conexión existe desde hace tiempo. La idea inicial es la de una agrupación más abierta, con más improvisación, pero el proceso y las circunstancias nos han llevado a consolidar esta formación.” Un construirse juntos sobre material que ya llevaba tiempo gestándose. Sergio: “Comenzamos con unas canciones muy estructuradas, muy bien hechas, que Pablo me presenta. En el proceso de grabarlas nos fuimos conociendo.” De esas sesiones autoproducidas, grabadas en su propio local por Pablo con el soporte técnico de Sergio, antes de que la banda exista como tal (Sergio: “Para mí es vital grabar las canciones en ese momento en que son creadas, algo muy diferente del paradigma del que venimos, en el que la grabación es la culminación de un proceso”), surge su primer disco homónimo de 2018, en el que su discurso se presenta ya maduro, decididamente personal, confluencia de sabores de África, América, Europa. Escucho Magreb y Sahel, la Holanda de The Ex, Monegros y Chicago, un traqueteo rítmico de acerbo que sabe, huele, se siente como a tierra agrietada, a odres, a aperos, a Arrebato. Y del primer disco casi sin interrupción al segundo, un continuo de flujo en el que aterrizan Chechu y Thomas, y la dinámica plural comienza a establecerse. Sergio: “Los temas siguen saliendo de la cabeza de Pablo, a la que hacemos mucho caso, pero hay feedback y aporte creativo de todos.”
Hay quienes los asocian con la Jota: tal vez por ese deje tan maño de Pablo al cantar, o por su patronímico. Sergio: “Es algo que nos han comentado varias personas del ámbito de la música tradicional, pero yo no lo veo.” Tampoco yo. Hay algo folclórico en ellos, sí, pero es difícil de trazar. Pablo: “Si existe, no viene de mirar hacia la tradición local y reivindicar algo autóctono, exclusivo y excluyente, sino de buscar desmontar los purismos y los integrismos. Como muestran los estudios sobre músicas peninsulares de Raúl Rodríguez y Santiago Auserón, en la música tradicional hay tanta polinización cruzada que se desmonta el mito sobre su insularidad. Ser consciente de esto permite disfrutarlas y abordarlas desde otros ángulos, participarlas, para generar una música que tenga sentido en este momento sociológico, en este aquí ahora.” Porque su música es rabiosamente contemporánea, hija de la historia y del tiempo en el que nace, de las circunstancias que la alumbran y envuelven, de las herramientas de las que disponen para labrarse a sí mismos y a sus ideas: buriles eléctricos. Pablo: “Agarrar las guitarras es coherente con el momento en el que nos encontramos, que es algo postindustrial y oxidado. Eso nos ha llevado una cualidad rockera y rotunda que no es lo que yo tenía inicialmente en mente pero, de nuevo, se abraza como fruto del proceso.”
Rockera, pero en absoluto obvia. Como tampoco lo son sus inclinaciones rítmicas, alejadas de lo predominante en la música anglosajona, Pablo: “no por un rechazo a patrones más directos o binarios, sino porque me parece más bailable y disfrutón…”; y que hacen que su Música de Baile Popular resulte tan cautivadora como… frustrante. De nuevo, el cuerpo es clave para encontrar el flujo en los toboganes y planos que proponen. Sergio: “Hay un elemento cautivador que a la gente le está llegando, aunque les obligue a hacer un ejercicio de abstracción. Creo que hay música poliédrica, de distinto alcance, que lleva más tiempo interiorizar y asimilar, música que tiene que hacer un clic… que a veces buscas y a veces te llega.”
También a ellos les lleva fuera de sus zonas de confort. Sergio: “En el proceso de grabar las canciones para el primer disco, con Pablo tocando todos los instrumentos, comienzan a adquirir un sentido. Pero me ha llevado bastante tiempo coger la historia, al principio no las entendía muy bien.”. Thomas coincide: “La forma de tocar de Pablo es muy particular. En sus temas toca él solo todas las partes al mismo tiempo: voz, rítmica, bajo, percusión… Entre todos las descomponemos en partes y vemos qué líneas vamos a tocar cada uno. Poder estar cómodo en algunas de ellas me ha llevado varias semanas.” Convertida en memoria muscular, filtrada la información y empapados de ella, las ideas y el cuerpo de un hombre pasan al de otro, y a otro que se divide en varios, en muchos.
Arrebato también en las letras, adaptaciones y transformaciones de textos de gigantes como Pedro Salinas y Miguel Hernández. Pablo: “Hemos utilizado sus poemas con respeto, pero sin miedo a recontextualizar partes o introducir fragmentos de cosecha propia.” A Salinas lo conozco gracias a la pasión poética materna, pero los versos de “Qué entera cae la piedra” o “Sí, todo con exceso” son reimaginados y resignificados desde un prisma propio, adquiriendo una dimensión que trasciende lo particular para instalarse en el ámbito de lo popular, en el sentido transpersonal, ajeno a la autoría. Viscerales, alucinadas, realistas, profundamente humanas… Reflexiones repletas de metáforas e imágenes poderosas transformadas en mosaico (esa palabra de nuevo), en las que la atención al detalle y lo pequeño dotan al grupo, paradójicamente, de su carácter más universalista. Puede que la jota esté ahí: la que tienen con los textos, quizás el mayor reto a la hora de abordar el caudal creativo, que sigue manando: Pablo: “Tenemos bastante material retenido que aún no se ha editado, y tengo canciones dándome vueltas en la cabeza desde hace mucho, pero llevamos un poco de atasco con las letras, porque a Pedro Salinas lo tenemos esquilmado.” Y de publicar nuevos trabajos en una era, la del streaming, que ha modificado radicalmente el paradigma de lo que entendemos por “disco”. Ellos, de momento, en el siglo XX. Pablo: “En ese sentido estamos un poco añejos, aún en la inercia de hacer un disco de cuatro temas por cara.” Una dosis de anacronismo que permite disfrutar de lo suyo en vinilo. Por parte del que suscribe, gracias anacrónicas.
En el tiempo que pasamos juntos en su local, un hervidero de música, percibo, por encima de todo, su humanidad y generosidad, su camaradería, la pasión por lo que hacen cada uno de ellos, individualmente y en conjunto. Sergio: “A mí, personalmente, me encanta contribuir a unas ideas tan bien presentadas y encaradas.” Una banda de almas excelentes, una banda con alma.
Esas ideas de las que hablaba Sergio me hacen reflexionar sobre qué significa ser un grupo de Rock en el siglo XXI, cuando el caudal de información disponible posibilita la emergencia de hibridaciones inimaginables hace treinta, cuarenta años. Reflexión a la que también me invitan otras bandas del panorama estatal, la mayoría de ellas desde el underground, fuera del radar, donde siempre sucede lo más interesante. En ese contexto, Les Conches son un grupo que da que pensar, que da que sentir, tal vez uno de los más originales y con mayor capacidad para transmitir la música viva, vivida. Pablo: “La música sin protagonistas, que decía Agapito Marazuela; la música como algo participativo en el que el intérprete no es protagonista sino un vehículo de transmisión, transformándose en sitio, en lugar de experiencia común, en espacio público.” Algo de lo que emana esa sensación de comunidad, de energía compartida; algo que se siente en los conciertos de este ente naciente, que sabe a antiguo y es realidad creciente, porque sus piezas resuenan como tambor y tinaja, en la cabeza y el cuerpo, desaforadas.
Los discos de Les Conches Velasques han sido editados por Repetidor y Spinda Records.
https://repetidor-shop.bandcamp.com/
https://spindarecords.bandcamp.com/
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Este artículo fue publicado originalmente en La Factoría del Ritmo Número 26 (sección: ).