La cara y las (muchas) cruces de Bono y sus apóstoles.
Dos visiones, dos puntos de vista de lo acontecido el pasado 20 de junio en Madrid. U2 vinieron, tras 13 años sin pisar los escenarios de la capital, tocaron y se marcharon haciendo mutis por el foro, sin más concesiones. Un concierto programado, milimitrado y sin ápice a la improvisación. ¿O si? Allí estuvimos para dar fé de ello, como siempre, y sacamos conclusiones opuestas.
La cara, por DonVito
Desde que tengo uso de razón musical he seguido la carrera de Bono y sus muchachos, con más o menos ánimo, y he gozado con albums como “The Unforgettable Fire” o “Achtung Baby”, he pinchado todos los 1 de enero “New Year´s day” para recibir el año como se merece, he descubierto verbos y expresiones nuevas en mi adolescencia ojeando las letras de “The Joshua Tree”, he bailado como se merecían, cuando aún se bailaba, temas como “Discoteque” y “Lemon” y he mantenido en mi ipod nano desde su día de compra entre otros “A sort of homecoming”, “Pride (in the name of love)”, “Misterious ways” o “Until the end of the world”. Vamos, lo que es ser un fan de los de toda la vida. Pero aún me faltaba verlos en directo. Con esta premisa es inevitable pensar que no puedo ser objetivo y, efectivamente, lo es. Desde que sonaron los primeros acordes de su “The blackout” ya estaba preparado para rendirme al eterno predicador de las masas y su banda. Si. Bono está mayor. Se nota aún más si se revisan los videos de Live Aid de los ochenta y se compara sus cardiocarreras por el escenario de Wembley con sus paseos de prejubilado de un lado a otro de la pasarela instalada en mitad del recinto del Wizink y que conectaba los dos sets de esta gira. Su voz ya no es la misma que antaño pero he de reconocer que los recientes achaques acaidos en Berlin, y que obligaron al irlandes a guardar reposo vocal, apenas se apreciaron.
En cuanto al setlist, sabedor de antemano que su gran “The Joshua Tree” iba a obviarse por haber sido el leit motiv de su gira anterior, y teniendo en cuenta que la excusa de esta gira era la presentación de su último, e injustamente infravalorado, largo “Songs of Experience” (hasta siete temas cayeron la jornada del jueves) me pareció bastante compensada. Poder disfrutar de 4 temazos del “Achtung Baby” como “Acrobat”, “Until the end of the world”, “Even better than the real thing” o la inevitable “One” o de clasicazos imperecederos como “Pride (in the name of love)”, “I will follow”, “New Year´s day” o “Sunday bloody Sunday” ya compensan lo pagado en taquilla. Al menos en mi caso.
La escenografía fué impecable como se espera de unos artistas internacionales de primer nivel. Cierto es que la macropantalla que dividía quirúrgicamente el recinto no sorprendía en exceso después de haber visto la última gira de Roger Waters, ni esa pantalla circular que sobrevolaba el set más alejado del escenario, y que recordaba a la empleada para esos mismos planos cenitales a la usada por Coldplay en giras recientes, no suponía demasiada innovación, pero la conjugación de la pasarela articulada, que en “Lights of Home” parecía querer simular la ascención a los altares de San Bono de Irlanda, y los fondos animados, fancomic incluído, conjugaban en perfecta simbiosis.
Los mejores momentos fueron, sin duda, cuando los cuatro inmortales pasaban, Larry Mullen Jr tambores al ristre, por el camino central y nos hacían recordar que alguna vez fuimos, mucho pero mucho, más jóvenes y que su música y sus mensajes de paz nos llegaron en un momento que nos hacía mucha falta. Momentos que espanzurrados a lo largo de los sofás, letras en mano, poníamos la aguja sobre los surcos de sus vinilos y sólo respirábamos para dar la vuelta a la cara. Momentos que espero disfruten las nuevas generaciones adictas al usa y tira y a las listas de éxitos fáciles. Momentos que volvieron a mi mente el 20 de septiembre y que atesoraré para el resto de mi vida. Más conciertos vendrán, no cabe duda, pero este me lo guardaré en mi saca de memorias como parte del equipaje que me llevaré algún día a quién sabe donde. Until the end of the world.
La cruz, por Luis del Rosal Pernía aka Mr. Deck
Rara vez acudimos a un concierto en el cual el resultado final de la función llegue al cinco ramplón y es que el concierto de U2 del jueves 20 en Madrid fue, en lo tocante a lo musical, una auténtica mascarada, bochornoso y ridiculo tanto para los integrantes del grupo, los técnicos de sonido y también para todos aquellos que han sido capaces de escribir un artículo positivo en los medios, porque sólo una embolia justificaría esto último.
Habiendo pasado una semana desde que acudimos a Madrid para asistir al concierto de U2, creo que soy capaz de redactar estas líneas sin dejarme llevar por la “gloria” de U2, a quienes muchos idolatran no sin razón justificada, pero que en esta ocasión he de señalar que la noche fue francamente decepcionante.
Errores estrepitosos con el sonido en el comienzo del concierto que a cualquiera le hubieran hecho sonrojar: A Bono no se le entendía una sola palabra, sonidos harinosos salían de su garganta, amalgama de instrumentos y ruido que a los asistentes, en general, no les importó, porque tener de cerca a U2 es como tener a mano esa receta milagrosa contra el catarro que despeja e ilumina.
A las pruebas me remito..
Por otro lado, el concierto fue un derroche de tecnología punta con proyecciones visuales en alta definición verdaderamente increíbles. El escenario dispuesto en el Palacio de Deportes de Madrid dio, ciertamente, mucho juego y permitió a la banda moverse todo a lo largo del mismo, acercándose a ambos extremos, lo cual permitía a los asistentes ver de cerca al cuarteto y disfrutar con los comentarios de Bono en español cuando se dirigía al público. Los juegos de luces y sombras ayudaron a crear en el interior del WiZink un ambiente digno del mejor prestidigitador.
Así, la velada discurría y el sonido fue calibrándose y mejorando a lo largo del show. Aún me parece increíble que no hubieran realizado pruebas de sonido y que hubieran usado al público como cobayas. Me estoy refiriendo a que para el quinto tema “Beautiful Day” aún el sonido era pésimo.
Bono, con falta absoluta de energía, solo se recomponía para agitar la bandera de la igualdad entre hombres y mujeres o reivindicar situaciones injustas en esta vida, los peligros de la sociedad en la que vivimos tales como el tráfico de personas, la inmigración o el independentismo y olvidando ciertamente que los asistentes a su lamentable concierto pagamos cifras considerables y pornograficas para poder adquirir una entrada, una cerveza (10€) o una camiseta (32€).
El final del concierto – bastante ambiguo – resultó como poco llamativo, al desaparecer la banda del escenario. Y punto.
Que U2 es una gran banda no creo que lo ponga en duda nadie; que han sido capaces de levantar a un mundo entero y llevarlo a las más altas cotas de alegría, euforia y sentimiento creo que tampoco y que aunque sus últimos trabajos son ciertamente mediocres y la imagen de Bono pueda resultar controvertida, U2 es capaz de seguir, no solo siendo admirada, si no que sigue transmitiendo un vértigo y un deseo difícil de igualar.
Este reportaje también lo puedes leer en Nos Vemos en Primera Fila.
No te pierdas la galería fotográfica “U2: 20 de junio de 2018, en Madrid”.
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Este artículo fue publicado originalmente en La Factoría del Ritmo Número 26 (sección: ).