El pasado 16 de diciembre volvió a colgarse el cartel de “sold out” en el Wizink Center de Madrid. Los culpables, una banda que lleva casi 40 años de carretera, más de 100 millones de discos vendidos y que este mismo año ha sido nominada a entrar en el “Rock and Roll Hall of Fame”. Depeche Mode, o, lo que es lo mismo, su líder, el cada vez más cabaretero, Dave Gahan, su principal compositor teclados, coros y guitarras Martin L. Gore y la bisagra que equilibra a estas dos genialidades y que aporta su dilatada solvencia a los teclados, Andy Fletcher, se dieron un baño de masas unas semanas antes en Barcelona y ahora en la capital en lo que se venía a llamar hasta hace poco el Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid. Desde primera hora de la mañana y, aún con un sol que engañaba bastante pero sufriendo temperaturas para nada agradables, se fueron agrupando los primeros fans en las puertas del recinto, muchos con pases de apertura “early” pero, así todo, con las ansias adolescentes de coger el mejor sitio posible en las primeras filas de pista.
Tras unos teloneros, los británicos Pumarosa, que encontraron una acogida bastante fría por parte del personal allí presente, probablemente debido a su escasa promoción en nuestro país, sonaron los acordes del “Revolution” de los Beatles y se desató la locura colectiva. Recorriendo una pantalla que abarcaba todo el escenario y que estaba dividida en dos fragmentos a modo de balcón, apareció un Dave Gahan emulando a Evita Perón con un fondo que recordaba a los cuadros de Pollock y con los primeros compases de uno de sus últimos sencillos “Going Backwards”. A pesar de que esta gira ha sido bautizada como “Global Spirit Tour” precisamente a raíz de este último trabajo, “Spirit”, presentaron únicamente sus tres primeros sencillos, la nombrada “Going Backwards”, el primer sencillo “Where´s the revolution” y su último hasta la fecha “Cover Me”. Más debería haberse denominado la “Global Ultra Tour” pues hasta cinco temas sonaron de este trabajo: “Barrel of a Gun”, “It´s no good”, “Useless”, y, a cargo de Martin Gore a las voces, “Home” y una acústica “Insight”. Pocas concesiones a los largos millenials de la banda, únicamente los temas “Precious” y “A pain that I´m used to” del “Playing the Angel” (2005). El resto se repartieron, para regocijo de sus devotos, entre sus mejores y más recordados trabajos: “Everything Counts” de “Construction Time Again” (1983), “Stripped” y “A question of Time” de “Black Celebration” (1986), “Strangelove” (esta vez en versión acústica de Martin) y “Never let me down again” de “Music for the masses” (1987), “Enjoy the silence”, “Personal Jesus” y “World in my eyes” de “Violator” (1990), “Walking in my shoes” e “In your room” de “Songs of Faith and Devotion” (1993) y los citados cinco temas de “Ultra” (1997). Los minifilms dirigidos para la ocasión por su realizador de cabecera Anton Corbijn arroparon perfectamente los temas. “Useless” rodado en blanco y negro y con referencias al tantas veces imitado “Subterranean Homesick Blues” de Dylan, “In your room” con una pareja de baile semiacrobático ilustrando la relación de dependencia que relata el tema o “Enjoy the silence” con, por esta vez, ningún astronauta desfilando ni chicas contorsionistas retorciéndose como en las dos últimas giras, sino mascotas de todo género impávidas, disfrutando del silencio que les otorga el no disponer del don del habla. Astronautas haber los hubo pero, en esta ocasión, para ilustrar la odisea galáctica de “Cover Me” donde un Gahan fell-to-earth busca desconsoladamente abrigo en un ser humano. “Walking in my room” fue acompañada por una mini película donde acompañamos la transformación de un músico en un sosias de la breve pero recordada Marilyn (no la estrella del cine sino el/la cantante de los ochenta).
En cuanto a los tres de Basildon poco se puede decir que no se haya dicho ya o se haya leído estas últimas semanas. Dave sigue siendo, como desde hace décadas, más divo en escena que Mike Jagger y Beyoncé juntos y le basta un movimiento de trasero o un gran plié a lo Nureyev para desatar la locura. Con la voz ya algo resentida del transcurso de esta interminable gira pero con una maestría que solo la dan los años consiguió poner en pie en más de una ocasión a las 16.000 almas allí congregadas según la organización. Volvieron los ya clásicos brazos en alto agitándose como juncos el ritmo de “Never let me down”, los interminables coros del público al final del “Home” de Martin, haciendo que el siguiente tema pareciese que nunca iba a empezar, y los giros cual derviche en “A question of Time”, eso sí mucho más comedidos que cuando David aún no había entrado en la cincuentena. Martin cumplió como siempre con sus temas acústicos habituales aunque echáramos de menos un “Judas” o un “Somebody” como hiciera este verano en el BBK Live. En cuanto a Andy, cada vez más en la línea de otros famosos teclados como Chris Lowe, se mantuvo desde su pedestal de sintetizadores en un segundo plano sin apenas llamar la atención más que para alentar ocasionalmente con sus palmas al personal.
En cuanto al sonido en general he de reconocer que, desde que Depeche tomó la senda más rock y menos synthpop, abusan en gran medida de la batería y en ocasiones les resta sonido al resto de instrumentos. El estar tocando dentro de un pabellón cerrado tampoco ayuda en este sentido. Al ser un devoto desde sus comienzos (su infravalorado “A Broken Frame” del 82 me abrió los ojos a mis trece años en muchos sentidos y aún me estremecen temas como “Leave in silence” o “Nothing to Fear”), echo de menos un sonido más tecno e industrial como en sus orígenes y que posiblemente eso les beneficiaría en los directos. Pero eso son sólo opiniones personales.
Este verano los que se quedaron sin entrada para verles en Madrid, y doy fe que fueron unos muchos cuantos, podrán entregarse al Global Spirit Tour en el marco del MadCool Festival. Esperemos que después de la gira americana que se les viene encima lleguen vivos para entonces. Mi compromiso anual con el BBK Live me va a impedir verlo al solaparse las fechas de ambos festivales, pero intentaré enterarme. Y contároslo.
Lo mejor: Los devotos. Sin ellos esto no hubiera sido posible y gira tras gira llenan incondicionalmente los recintos donde toquen. Desde mi asiento en la grada estaba rodeado de adolescentes que dudo hayan oído nada del grupo anterior a “Violator”, señoras sexagenarias con el pelo cardado dándolo todo y cantando en inglés mejor que Morrissey, parejas metidas en la cuarentena que iban a acompañar a su devoto/a novio/a y acababan rindiéndose a la fiebre, padres con sus hijos y abuelos con sus hijos que iban con sus nietos…
Lo peor: El precio de las entradas como viene siendo habitual es algo desproporcionado. Si pensábamos que con la reducción del IVA cultural esto iba a beneficiar al público estábamos bastante equivocados. Soy consciente que una gira de este calibre lleva unos gastos ingentes pero pagar 335 euros por ver el concierto desde grada a una altura suficiente para no llevar anteojos me parece un dislate. Por otro lado me llamaron mucho la atención desde arriba las dimensiones de la denominada “Golden Circle”. Habitualmente esta zona suele ser un 25% del total de pista y parecía en esta ocasión que abarcaba casi el 75% de la misma. A posteriori he oído comentarios de gente que había pagado para acceder a esta área y tuvo problemas con los que habían pagado entrada de pista “normal” y se colaron en esta. De ser así debería tenerse en cuanto para futuras ocasiones pues aparte del cabreo del personal que se ha dejado los cuartos puede implicar problemas de seguridad importantes. Esperemos que se ponga solución y que no suceda más de ahora en adelante.
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