El estadio de futbol de El Sardinero acogió la única actuación en España del famoso cantante pop, como uno de los reclamos principales de la celebración del Año Jubilar Lebaniego 2017. Pero la polémica tras el concierto desbordó las previsiones de proyección mediática previstas.
Tomando prestado el título de la crónica de Los Chunguitos (nada más acertado para definir algo tan “chungo”), me gustaría dar un poco de luz a las ideas, los rumores y los comentarios que, sobre el concierto que dio el pasado sábado en Santander, se han ido recogiendo en los distintos medios. Ante todo, me pese o no me pese, aclarar que yo estuve ahí y no me han influido para nada las distintas opiniones, ya que lo viví en primera persona y tengo una idea muy clara.
El principio del fin de este, vamos a llamarlo a partir de ahora “concierto”, fue pretender equipararlo a otros de grandes artistas que habían pasado anteriormente por esta región como Springsteen, Jarre, Scorpions, Sting o Joe Cocker. Nada más lejos. Un “concierto” de Enrique Iglesias, y las 30.000 almas que allí acudieron debían de conocer, es un espectáculo de pirotecnia carísima a mayor gloria de un producto prefabricado por unos compositores y productores dedicados a fabricar hits de efímera duración pero de impacto planetario. Es un negocio tan respetable como otro cualquiera, y Madonna y Britney pueden dar fe de ello entre tantos y tantas otros, pero simplemente hay que ir preparado a lo que te vas a encontrar. Es indecente salir de un “concierto” de Enrique Iglesias y empezar a vociferar que te devuelvan el importe de la entrada porque “ha hecho playback” o “apenas acababa las estrofas”. Es lo que hay señores. Desde sus comienzos se ha podido ir comprobando como este producto diseñado por una multinacional no destacaba ni por su voz ni por su talento, así que es tarde ya para lamentarse.
No obstante, me gustaría aclarar lo que pude constatar dentro del recinto. Tras media hora larga de retraso (los divos es lo que tienen o lo que se creen que deben de tener) comenzó un show que a nivel técnico y visual es irreprochable. El dinero es lo que tiene. Enrique Iglesias puede permitirse unos músicos de primera fila y unas vocalistas de apoyo que le hagan todo el trabajo en la retaguardia mientras él se dedica a correr de lado a lado del escenario y lucir bien en las fotos de primer plano de los incautos que se dejaron los cuartos en el Golden Line. Te podrá gustar más o menos, pero es incuestionable que la gente pagó por ver un espectáculo de primera línea y lo tuvo. Vaya si lo tuvo.
Los problemas empezaron a la hora de finalizar el show. Hasta ese momento no se habían oído ni silbidos ni reproches de ningún tipo. Como mucho se comentaba entre filas el “alegrón” que llevaba encima y cómo le daba con el morro a la botella mientras servía chupitos a músicos y público cercano. Hasta ahí la fiesta. Pero lo que no puede permitirse un artista, y me da igual que se apellide Iglesias que Springsteen, es abandonar un escenario sin decir un “adiós” o un “gracias” a todos sus fans, más si cabe si no ha llegado a la hora y media de concierto, quedan temas por tocar según el setlist que se filtró horas antes y no ha habido un solo “bis”.
Enrique, amigo: en los Estados Unidos de Trump igual no se lleva darle al público un poco más de fiesta y hacer el amago de acabar para volver a salir y rematar la faena, pero aquí, en España, y deberías de saberlo tanto como alardeas de ser tan español como el rioja, la gente lo espera y no puedes pretender largarte a la “francesa” a diez escasos temas del comienzo y que eso no repercuta como ha repercutido.
En una cosa acertaba el inefable Revilla, este concierto iba a poner a Cantabria en el mapa. Y vaya si lo ha puesto.
Lo mejor:
+ Ver el estadio del Sardinero a reventar haciendo la ola antes del concierto.
+ La pantalla de video tamaño King Kong size, que no desmerecía en absoluto con la que llevaba Queen con Paul Rodgers en su gira “Cosmic Rocks”, por decir una bien grande.
+ Ver como el benjamín Iglesias se pegaba unos buenos lingotazos con el respetable sin inmutarse.
Lo peor:
– Que se marchara a la francesa sin presentar a la banda, que encima le hizo todo el trabajo sucio, y sin dar ni las gracias.
– Que no cantara “Experiencia Religiosa” para oír a todo el estadio del Racing haciendo el canelo al mismo tiempo.
– Que no saliera Tamara Falcó en la ronda de chupitos.
Enlaces de interés:
Web oficial de Enrique Iglesias y su concierto en Santander, Web oficial de Enrique Iglesias, Twitter oficial de Enrique Iglesias
Este artículo fue publicado originalmente en La Factoría del Ritmo Número 25 (sección: Reportajes).