Traslación al cómic de la conocida película. Un artefacto correcto, pero que carece de la magia de la versión cinematográfica.
Javier Mariscal es un reconocido diseñador, ilustrador y pintor español, nacido en Valencia y asentado en Barcelona, con una extensa carrera a sus espaldas y popularmente conocido por ser el creador de Cobit, la mascota de los Juegos Olímpicos de Barcelona del año 1992.
Fernando Trueba es un director de cine y productor madrileño. Entre sus películas se encuentran la oscarizada “Belle Époque” (1992), “El año de las luces” (1986) o “El baile de la victoria” (2009). Además es un apasionado de la música, y en especial del jazz latino, ámbito que reflejó magistralmente en la película documental “Calle 54” y que le impulsó a crear el sello Calle 54 Records, en el que han publicado Michel Camilo, Paquito Echavarría, Bebo Valdés o Diego el Cigala.
Ese amor por la música también le arrastró a grabar “El milagro de Candeal” en el año 2004 y también a unirse a Javier Mariscal en una aventura cinematográfica insólita en nuestro país: una película de dibujos animados, de corte musical. Así se fue forjando “Chico y Rita”, como película de animación que homenajeaba al jazz latino, con una historia de amor, pasión y desamor, que fue posible gracias al trabajo durante varios años de un extenso equipo, en el que Javier y Fernando sirvieron de catalizadores, elaboraron el guión y compartieron dirección con Tono Errando.
Esta película se estrenó a finales del año pasado, recibió el Premio a la mejor película de animación e la XXV edición de Los Goya, y ante todo supone una gozosa recreación del ambiente en que la música afrocubana llegó a un punto cumbre y dio el salto para influenciar de forma determinante al jazz.
El libro al que ahora miramos, es producto complementario de esta película, que recoge la misma historia y en el que el mismo Trueba termina reconociéndolo como un material de segundo orden en el epílogo del mismo.
Y es que así es. Se trata de un trabajo correcto, de una adaptación profesional e impecable, en el que se pueden apreciar bonitos dibujos y la esencia de la trama, incluso el detalle, están recogidos. Pero queda lejos del embrujo de la película, del zigzagueo de sus personajes, del realismo que transmiten (uno llega a pensar que actores de carne y hueso nunca lo podrían haber conseguido llegar a ese nivel) y ante todo, está el hecho de que un protagonista esencial de la película, la música, queda parcamente representada en las páginas del cómic: la gozada de escuchar grandes piezas frente a unas notas dibujadas en el fondo de una escena… ¡Qué diferencia!
La adaptación al cómic la dirigió Marcello Quintaniha y en ella trabajaron quince personas en diversas labores. La extensión del libro llega a las 210 páginas.
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Este artículo fue publicado originalmente en La Factoría del Ritmo Número 25 (sección: Publicaciones).