Dos tipos han publicado en España uno de esos discos que llaman la atención. Su sofisticado blues rural pone banda sonora a una distopía en lo que constituye uno de los ejercicios de estilo del año.
Bob Dylan dijo hace tiempo, o quizá no, que el que tiene muchos cuchillos no puede evitar cortar algo. Se refería a la capacidad creativa de los individuos. La cuestión es que no es lo mismo tener cuchillos en Venecia en 1.517, que tenerlos en Los Angeles en 1.967 o en Madrid en 2.017. Las opciones que se presentan en este último caso y la circunstancia, claro, de cada uno pueden llevar a un notanchaval a un local de ensayo con un fulano que le pareció majo desde la primera cerveza. El que pagó la primera ronda le había metido muchas horas a los grandes del blues rural y a sus primeros herederos urbanos: el falsete luciferino de Skip James, el trance de Fred Mc Dowell, el desdén de Jimmy Reed, el slide venenoso de Elmore James y demás militantes de la última gran desesperación norteamericana. La segunda ronda, “esta me toca a mí”, corrió a cargo de un batería al que aún le pitaban unos tímpanos curtidos en el circuito de ese rock and roll que se toca a todo trapo apretando los dientes sin pensar si tienes delante a diez o a diez mil. Cuando quisieron darse cuenta, resultó que ahí había un hombre que decía ¡ay!, que la cabeza les funcionaba demasiado rápido para el tiempo que querían tener disponible y que esto hay que grabarlo. Y todo era mínimo: la banda era mínima y contaba historias poco habituales que transcurrían en poblaciones mínimas (un one horse town es un pueblo mínimo, con un solo caballo). Los Downtown Losers parecen dos paletos de alguna remota localidad de los EEUU que recurren a la música que han escuchado desde críos, mezclado con algo pillado por Internet, para retratar la situación inquietante en la que se ven envueltos: la hora ha llegado para todos en un ambiente rural donde la gente se resigna a una muerte de origen sobrenatural entre el olor a mierda y la intuición de que ni siquiera el apocalipsis será el fin. Por el disco desfilan borrachos que esperan, bajo los buitres, la llegada de una mujer fatídica de ojos grises con un cinturón confeccionado con falanges y dientes; raíles de tren ensangrentados por marcianas pelirrojas durante la noche y amenazas vampíricas que te convertirán en un perdedor si se te ocurre bajar al pueblo. Las madres susurran terribles cuentos de hadas para que sus hijos se queden en casa, los ovnis sobrevuelan los maizales y quizá estos, los ovnis, sean los verdaderos dioses de los que nunca nos hablaron.
Habiendo pasado unos meses desde que empezó a circular el disco ¿Qué sensaciones tenéis ahora sobre el mismo y la manera en que ha sido recibido?¿Os ha sorprendido algún comentario?
Con los años aprendes a no tener expectativas y, a partir de ahí, todo lo que te comentan puede tener una lectura positiva. La gente me suele decir que es un disco muy original, en el que se pueden intuir muchos referentes, pero con un resultado bastante genuino, dentro del hecho de que no es posible inventar nada, eso es lo que más me ha gustado oír. También me han hablado muy bien de artwork, me alegra que haya gente que valore el concepto detrás de un disco, porque cada vez tiene menos sentido hacer discos, así que es de agradecer que quede gente dispuesta a apreciarlo.
Esa formación vuestra de guitarra y batería parece haberse vuelto familiar en el siglo XXI. Al aficionado le vienen a la mente nombres que os habrán citado mil veces. ¿Es más fruto de la necesidad o es algo premeditado?
Alber y yo componemos, en ese aspecto nos repartimos el trabajo como un dúo. En cuanto al directo, no es premeditado, es más bien una cuestión circunstancial, Miguel grabó bajos y teclados, pero vive en Asturias y no es fácil organizarse, así que somos un dúo; aunque si apareciese un bajista, teclista o ambas cosas, podríamos girar con otra formación.
Debe ser una suerte que el productor del disco te entienda hasta el punto de convertirse en uno más del grupo. El disco sería muy distinto si Miguel Herrero no se hubiera cruzado en vuestro camino ¿no?.
Bueno, lo cierto es que Miguel es amigo y nos entendemos muy bien, pero tampoco era premeditado que acabara convertido en el productor del disco. Nos planteamos grabar con una premisa muy clara, un concepto concreto que había propuesto yo y con ese punto de partida trabajamos con absoluta libertad los tres. En el caso de Miguel, decidió grabar todo aquello que le parecía necesario para la mezcla: bajos y teclados, según lo que cada canción le sugería. Yo le di carta blanca porque estaba realmente implicado, lo mismo pasó con Alber. Ellos dos no habían casi ni escuchado las demos, así que probamos las ideas que iban apareciendo, el resultado es la suma de tres puntos vista distintos, filtrados a través de un concepto de un concepto concreto y creo que conseguimos ensamblarlo adecuadamente, para que el resultado fuese homogéneo.
Dejemos volar un poco la imaginación: ¿a qué sonaría Downtown Losers con dos guitarras, teclados, vientos, coros y tres meses de estudio?
Sonaría parecido (risas). La grabación multipista te permite trabajar por capas, de modo que grabas la base y añades lo que crees que hace falta y siempre puedes quitarlo, de modo que lo que haces es buscar el sonido. Grabamos en directo Alber y yo, guitarra y batería. Después fuimos añadiendo instrumentos y con ello texturas, en caso de añadir más instrumentos, creo lo habríamos hecho con el fin de conseguir el mismo sonido.
Descendamos a la arena de los temas del disco. Todo está, a mi modo de ver, gobernado por el ambiente que tejen esas letras. SI tenemos en cuenta la dimensión narrativa de los temas, esos ambientes, esos personajes, esas situaciones, la escucha se convierte en otra cosa.
Sí, creo que sí. John Lee Hooker dijo que cada verso de blues cuenta una historia y eso forma parte de la idiosincrasia de Downtown Losers. Las letras están inspiradas en una historia, un futuro distópico en el que la humanidad ha alcanzado un nivel de conocimiento científico y conciencia planetaria, que supone un punto de inflexión. No me pareció divertido ponerme a dar la chapa, pero sí que fuese la base de todo. Si prestas atención a las letras, puedes encontrar una segunda lectura al disco, aunque puedes disfrutarlo de todos modos, sin que sea esencial entenderlo.
“A dry heart & a fake lord” empieza como Elmore James, sigue como Junior Kimbrough y aparece una melodía que ya lo convierte en Downtown Losers. Todo esto en 40 segundos. Los temas son cortos. ¿No os dan ganas de hacer temas largos? Seguro que el local de ensayo y el estudio de grabación son testigos de sesiones épicas.
Gracias por mencionarnos junto a Elmore James y Junior Kimbrough. Queríamos adecuar la duración al vinilo. Además, algo que aprendí de Nicke Andersson es que no tiene sentido alargar las canciones. Grabamos lo que en el momento nos parecía más cool, sin darle muchas vueltas, ni desarrollar nada más de lo que consideramos necesario mientras grabábamos. Las primeras demos de casi todo el disco evolucionaron muy poco a nivel estructural, no cambiamos nada sin una buena justificación artística para hacerlo. Supongo que podríamos haber machacado más los riffs y desarrollar la vertiente más stoner, pero ese no era el concepto que teníamos.
Los temas del disco son muy pegadizos. Me tiene hipnotizado “You should have seen the signs”. Contadme algo sobre ese tema.
Ese tema parte de su letra. Desarrollé un contexto social, un posible futuro en el que la humanidad es guiada por la ciencia, dando al empirismo la categoría que tendría una religión en el mundo que conocemos. Quise escribir una canción protesta, con su punto pop, poniéndome en la piel de un humanista oprimido por esa realidad ficticia en la que el conocimiento científico impuesto como dogma de fe. Es un ejemplo de lo que te decía, tiene un significado que subyace bajo una canción pop que puede disfrutarse sin necesidad de profundizar en las movidas que se me ocurren (risas).
Como músico, me parece interesante lo de las influencias que aparecen cuando tocas y no sabes de dónde salen. Soy partidario de dedicar más tiempo a escuchar que a tocar. ¿Pensáis a veces: de dónde me habré sacado esa melodía o ese cambio?
A veces llegas a una idea como si fuese el final de un camino, en mi caso, me suele pasar con las letras. El disco cuenta una historia, de manera bastante elíptica y muy apoyada en las atmósferas que creas con la música, es como un largo sendero desde el primer verso hasta la canción. También pasa con algún riff, aunque es cierto que a veces se te ocurre algo que te sorprende, como si no fuese idea tuya (risas) no sabes de dónde sale, suelo enseñarle Alber esas ideas a ver qué opina. Otras veces, como dice Keith Richards, empiezas tocando un riff que te gusta y acabas creando algo nuevo a partir de él. Aunque es muy interesante el tema de las ideas que no sabes de dónde salen, supongo que todo viene del inconsciente, nuestro cerebro absorbe tantísima información que es imposible procesarla, de vez en cuando algo sale de ahí, irreconocible y nuevo para ti, pero con un origen muy lejos de tu cerebro.
Pero hay algo más que música. Llama la atención, agradablemente, el diseño visual del disco y de las promociones que hacéis. Refuerzan poderosamente todo este concepto que hemos comentado. ¿Os lo planteáis como un añadido inevitable que resolvéis con interés o le dais importancia como parte de vuestra identidad?
Es un álbum conceptual, sobre un mundo frío y oscuro, en el que los seres humanos vivimos bajo el yugo del empirismo científico, el extremo opuesto al idiotismo profundo en el que estamos sumidos ahora, me parece que tiene gracia y es una reflexión inversa sobre la realidad, con alienígenas visitándonos para no dar crédito de lo imbéciles que somos como especie. Desde el artwork hasta las letras, es todo un mismo concepto, trabajo en ello con la misma dedicación y cuidado, sin duda es parte de nuestra identidad.
Los vuestros son temas que se elaboran rápido y se graban rápido. Parece primar la inspiración del momento sobre la elaboración, cosa que, personalmente, agradezco y creo que se percibe como algo valioso. ¿Os veis cambiando esa actitud?
Gracias por lo que dices. Esto también es parte de nuestra identidad. No creo que vayamos a cambiar, principalmente porque trabajar así es muy divertido, si hacemos otro disco será para pasarlo bien, es una parte esencial de todo esto.
¿Qué pasa con el segundo disco?¿Continúa la estética de “One Horse town apocalypse”, aparece otra temática, otro sonido, algún componente nuevo en la banda…?
No lo sé. Me gustaría desarrollar más el concepto detrás de las canciones, hacer un álbum con una línea argumental y una historia que se pueda seguir fácilmente a través de las canciones. En cuanto al sonido, la única regla que existe en la banda es usar pedales de fuzz, lo demás dependerá de muchas cosas. Aunque no tengo claro si lo haremos, si será con Downtown Losers o no, de momento no hay un segundo disco, tampoco nos lo planteamos. Si lo hubiese, supongo que sería una continuación de “One-horse Town Apocalypse”.
El disco es muy especial: suena muy bien, hay un sitar por ahí, esas palmas à la Stooges, el sonido está muy cuidado (por lo descuidado), pero eso puede ser un arma de doble filo a la hora de subirlo a un escenario. ¿Cómo se lleva al directo ese disco con esa producción? Porque, además, dura 29 minutos.
Grabar y tocar es un fin en si mismo. Nosotros vamos a pasarlo bien e intentar contagiar nuestra pasión por lo que hacemos al público. Pero no nos planteamos nada más que intentar que eso, hacer que la gente disfrute y acabe con las existencias de cerveza. Ya sabes. Dicen que Robert Johnson era un genio, por ser capaz de tocar cualquier cosa, adaptándose al público del sitio en el que estaba, consiguiendo que todo el mundo bailase. Lo contaba Elijah Wald en “Escaping The Delta”, interpretaba aquello que era popular en cada ciudad, reproducía lo que oía en la radio sin dificultad, eso no suele destacarse, supongo que le desmitifica. Pero la realidad era que había que llenar los locales de mujeres con ganas de juerga, porque eso atraía a los hombres a gastar dinero en copas para emborracharlas. De ahí salía el sustento de los músicos. No existían las bandas, ni se hacían discos, ni había fenómenos sociales. Músicos tratando de que les pagaran por tocar, acompañándose por la gente con la que estaban cómodos haciéndolo. Nadie analizaba nada, era todo diversión, vamos a intentar recuperar parte de todo eso.
Videoclip del tema “Vultures Drunkenness Blues”:
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Este artículo fue publicado originalmente en La Factoría del Ritmo Número 25 (sección: Entrevistas).