La camiseta verdi-blanca del Betis brilló de nuevo, pero esta vez fuera de los terrenos por donde habitualmente suele explayarse.
Como ya lo hiciera en su visita a la capital presentando su anterior trabajo, comenzaron su espectáculo con “Dolores”, situación que no les afectó pues no pararon de tocar casi ni para dar las gracias. Empalmaban las canciones, estratégicamente colocadas, y la mezcla del último trabajo con sus temas más representativos (que dado su larga vida musical ya son muchos) no dio tregua a una afición que, agradecida, respondió dándolo todo. No sólo se limitaron a cantar y corear a sus ídolos desde el foso en el que se encontraban, sino que querían más, más proximidad, más unión, una simbiosis entre el artista y el que contempla su obra, y que mejor manera, en este tipo de eventos, que subirse al escenario para poder compartir unos segundos de gloria.
Unos se suben, bailan, disfrutan de las canciones durante breves instantes y acaban por lanzarse a la multitud que con el mismo fervor les coge manteniéndoles por encima de las cabezas. Otros son más atrevidos y además, se enganchan del hombro de alguno del grupo para poder así entonar las canciones por el micrófono. Se enganchan tan bien que a veces costaba que se soltaran. De esta manera un rosario de gente pasó por el escenario desde la mitad del concierto hasta el final.
Pero el momento de mayor excitación estaba por llegar. Parón, un momento de respiro, un traguito de líquido reponedor, y una voz que se oye decir “En la plaza de mi pueblo…”; a los parroquianos se les empezó a calentar la sangre, la voz se les desgañitó y justo en el punto de ebullición empezó a sonar el característico riff de “Vicio”…. ¡y luego aquello fue una invasión del terreno de juego!
Aun así, tuvieron a bien el deparar alguna sorpresa más, pues invitaron a tocar con ellos a su manager, guitarrista, con el que departieron un buen rato y quien parecía que lo había hecho más veces.
Y con todo esto, como en todas las cosas, llegó también la hora de finalizar, con su ratito de descanso dejando al publico que les vitoree y les pida otra, y dándoles un tiempo extra que lo aprovecharon igual de bien que el resto del concierto.
A pesar de todo esto, no podemos obviar, aunque a veces nos ciegue la pasión, que Reincidentes no termina de conseguir un buen sonido en sus directos, y en esto uno se refiere a que no hay mucha claridad, ni vocal, ni instrumental, llegando a producirse incluso algunos acoples. En los primeros temas, los de Sevilla no se encontraban a gusto y trataban de comunicarse con el técnico para mejorar su sonido por monitores. Lo que es de extrañar es que un grupo tan curtido siga teniendo estos problemas, aunque no sabemos si fue un caso puntual. De todas maneras, a la gente le dio igual.
Comentario: DC Pérez.(Fecha de la publicación: 6/02/2003)
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