Cáceres, 8,9 y 10 de mayo.
Un día, a mi compañero de piso y a mí se nos ocurrió volver del Womad en bicicleta. Sólo volver, porque si llegamos a ir también seguro que nos hubiese pasado algo. Así que alquilamos dos bicicletas por una semana y las llevamos al bus empaquetadas. Empieza el viaje a Cáceres con un calor asfixiante.
En el autobús a mi compañero, el señor P, le tocó asiento al lado de un pastor, un tal Plata Plata, un hombre con una resistencia titánica a los treinta y pico grados. Cada cinco minutos en los asientos de atrás alguien gritaba “¡dale al aire (roñoso)!” al conductor, Plata Plata aguantaba impasible contando batallas a mister P con un par de camisetas y un jersey negro encima. Y eso que tenía al lado el respiradero del motor. Durante el viaje, este buen hombre aconsejó a mi compañero entre dignas muestras de humildad y humanidad. Al bajar seguimos disfrutando de su compañía mientras desempaquetábamos las bicicletas. Voy a hacer un punto y aparte.
Minutos después de habernos invitado a su pueblo -y contarnos que había en él un museo de esos raros que hacen ahora-, dos tipos extraños se acercaron y sacaron unas placas: secretas. Nos pidieron la documentación y se llevaron al pastor con ellos. Nosotros les dijimos que íbamos al Womad y parece que perdimos para ellos nuestro atractivo. Después de un rato nos dirigíamos en bicicleta al camping.
Creo que voy a aligerar el relato un poco. La cuestión es que el señor P, encargado de los textos y yo, de las fotos, salimos ese día dispuestos a pasárnoslo bien, ya felizmente acampados.
Nos fuimos por la tarde al centro en nuestros silenciosos vehículos. Bueno y ahora supongo que ya habrá surgido en vuestras cabezas la pregunta: ¿Qué hace este tipo dándome la murga si lo suyo era encargarse de las postales? Bueno, pues paciencia. Esa tarde pudimos disfrutar de varios conciertos en la Plaza Mayor de Cáceres. Primero con Los Fakires, son cubano enriquecido con saxo. Después, ya de noche: Geoffrey Oryema. Quitengue. Así nos fuimos adentrando en la noche y en el casco, nos pasamos entre batucadas y puestos de jipis. Conocimos a gente, petroleamos, de los bares a la calle y al revés, creció el nivel de toxicidad y llegados a un punto el señor P se perdío de mí o viceversa, ninguno de los dos lo recuerda.
El caso es que a la mañana siguiente cuando llego a nuestro iglú hirviente en bicicleta, yo aún en una nube, tiro de la cremallera y me encuentro en la tienda al mismísimo hombre elefante. Reconozco entre los vendajes al señor P. Mi cara de susto mezclada con la resaca hacen que él se asuste también. Poco a poco me cuenta que anoche se cayó de la bicicleta volviendo a las tiendas. Debido a esta baja aquí me encuentro ahora escribiendo para todos vosotros estas tonterías. A mi camarada P le recomendaron reposo, así que decidió volverse al día siguiente (sábado) a Salamanca en bus, con la bicicleta otra vez empaquetada. Nuestros planes de volver en bicicleta flaquearon y al final decidí volver sólo. Me pegué una vuelta absurda en forma de S para llegar a Candelario en cuatro días, pero eso es una historia muy larga y que ahora no viene a cuento.
La cuestión es que al final debido a los cuidados y a que opté por hacer compañía al señor P me perdí los conciertos del viernes. Una pena, solo oímos de lejos a Dame Chérifa y Los De Abajo. Eso sí, cerca nos tocó una carpa de música negra que nos animó el resto de la noche. Ahora pido perdón por no mostrar una foto de P con cara de película de terror, sé que a los más mórbidos os hubiese encantado, pero el señor P ha preferido permanecer en el anonimato. Pero para que no os enfadéis os obsequio al final con otras tantas postales de la expedición que tampoco vienen a cuento.
El día siguiente fue distinto, me quedé solo y pude disfrutar de los conciertos de Stanley Beckford y Temple of Sound. Los primeros fueron memorables, qué pena no entender todos los vacilones de estos viejos verdes jamaicanos. Alegría. Con los segundos hubo buena música pero fue una pena que no se molestasen en llevar los sintetizadores que sonaban pero no se veían por ninguna parte. Estos se trajeron al cantante de los Stranglers, JJ Burnel, y a Mykael Riley, de Steel Pulse, para echarles una mano en algunos temas. Un buen popurri de ethno-techno que se podrían haber currado mejor trabajando el directo.
Pues eso, ahí queda el reportaje con las fotos y se siente lo del texto pero es que una vez más el guión de la vida se mostró imprevisible, trágico para unos y mágico para otros. Ya tocará cambiar de papeles. Un saludo mister P.
Postales de la aventura (Galería “Womad 2003”, con fotos de Xurxo lago. Publicada el: 23/01/2003):
Fotos y texto: Xurxo Lago
Accidente y faena: Señor Pe .
(Fecha de la publicación: 23/01/2003)
Este artículo fue publicado originalmente en La Factoría del Ritmo Número 15 (sección: Reportajes).
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