Iron Maiden, Helloween, Dirty Deeds y Supersticion.
¡Vaya!, parece que fue ayer cuando recibimos un mail del informático del ayuntamiento de Miajadas. No os lo vais a creer, nos decía, pero es muy probable que toquen aquí Iron Maiden, sólo falta firmar el contrato, y ahora voy directo hacia allá por la nacional V. A veces dudo, ¿Será posible que un grupo de semejante categoría toque en sitios tan pequeños? pero a las pruebas me remito, carteles, concursos radiofónicos y, para convencerme del todo, acabo de ver a un autobús lleno heavys meando en la cuneta.
Media tarde. Por fin llegamos. Las ventaja de llevar guía es que no estás tres horas dando vueltas para encontrar el recinto ni otras tres para aparcar. Bueno, pues aquí estamos al lado del campo de fútbol de Miajadas, a las afueras del pueblo, recién aparcados y con ganas de tomarnos una cerveza fresquita. El único sitio es un hotel de carretera y hacia allí nos dirigimos nosotros y una horda de hormigas negras y peludas. Al llegar, buen ambiente, música decente y precios asequibles. ¡Esto es vida!.. ¡Coño! pero si están poniendo a Alejandro Sanz, ¿nos querrán echar? ¡vámonos a dar una vuelta!.
¡Joder con la vuelta!, o nos apresuramos o no llegamos. Y eso que se supone que vamos con tiempo, porque a estas alturas todo el mundo sabe que no va a tocar “Skin”, por problemas con el contrato se rumorea ¡vaya usted a saber!.
Según vamos llegando, la carretera se va llenando de los habituales puestos de camisetas. La música del estadio empieza a llegar con nitidez, eso sí mezclada con el insistente clamor: ¡Camisetas baratas!. Nos acercamos a una chica que tiene uno de estos puestos. ¿Qué modelos tienes?. Pues mira, estos. y se agacha para mostrarnos la gama. ¡leche! si se le ven las tetas !¡esto sí es marketing !. Resultado: nos llevamos dos camisetas y un subidón de hormonas de no te menees.
Ya dentro, solo podemos asistir a la despedida de los cacereños Superstición, con una versión del “Staying Alive”, de los Bee Gees, bastante maja. En fin, otra vez será.
El estadio es bastante grande, con gradas a los lados y sólo medio campo, que es de césped, cubierto por lonas, así que no se hable más ¡a la hierbecita a comerse el bocata mientras aparecen los siguientes!. ¡Lástima que la cerveza tenga el precio abusivo de este tipo de conciertos !. Por lo demás, la organización parece que está encarrilando las cosas de buena manera.
Bueno, pues aquí están los Dirty Deeds. La gente empieza a animarse aunque con reservas, la noche será larga. El grupo es consciente de lo que son, los teloneros, y trata de echarle ganas, así que aquel que tiene ganas de menearse no tiene mucha dificultad. Practican un metal bastante típico y tópico que me parece haber oído cientos de veces, nada nuevo bajo el sol pero ¡oye! hemos venido a divertirnos así que vamos a airear un poquito los pelos. Es también el mejor momento para acercarse a coger posiciones porque luego abrirse paso será misión imposible.
Puntalmente aparecen Helloween. Por la cantidad de fans que tienen parece que han remontado el vuelo tras la cuesta abajo que empezó a finales de los ochenta con el abandono de Kai Hansen, guitarrista y compositor del grupo. El otro cabeza de grupo, Michael Kiske, aguantó unos años el tirón pero finalmente desertó en plena caída de Helloween. Pero la suerte a veces cambia y tras su último trabajo “The time of the Oath” vuelven a ir hacia arriba aunque todavía no son lo que eran.
Conscientes de que es su última etapa la que les ha vuelto a poner de gira con uno de los grandes (aunque ciertamente venidos a menos) atacan los temas de sus postreros trabajos sin apenas acordarse de sus primeros años, aunque bien es cierto que los dos componentes originales deben ser autores de muy pocas de aquellas canciones. Hace calor y se agradece bastante cuando los de la organización sacan la manguera para refrescar al personal, de hecho a veces la gente está más pendiente del refrescante líquido que del devenir de los germanos.
Tras la tunda teutónica me entero de que las vallas han cedido un poco y las están tratando de apuntalar. Así mismo, han puesto personal a sujetarlas para evitar que se vengan abajo. Un cierto sudor frío me estremece, pero pienso ¡que mejor sitio para morir aplastado que un concierto de los Maiden!. ¡Estúpida mística heavy, supongo!
Como era de esperar, la sangre no ha llegado al río. Aunque eso sí, entre el mogollón que se formó en cuanto sonaron las primeras notas del viejo Wrathchild, los de la organización pegando voces instando a la masa a no empujar, por cierto, con el mismo resultado que los predicadores en tierras watusis, y al lado mío unos portugueses gritando a su vez a los de la organización, aquello empezaba a tomar tintes un pelín dantescos. Finalmente parece que la cosa se va normalizando.
Harris y compañía prefieren continuar con los temas de su último trabajo “The X Factor” y tocarlos todos de golpe para luego soltar a bocajarro todos esas canciones que les hicieron legendarios. No son los del 84 pero de todas formas quien tuvo retuvo. El sonido es excepcional. Las guitarras se oyen claras y el bajo de Steve Harris se yergue al son de ese potente toque de dedos que siempre le ha caracterizado. Sobre el escenario, el nuevo cantante, muy similar al “emigrado” Dickinson pero un poco más áspero, se desenvuelve como si llevara en el grupo toda la vida y sobre todo destaca otro fichaje de “última hora”, Janick Gers, quien ha decidido que el espectáculo es cosa suya. No para de moverse y de hacerle carantoñas al personal, incluso se encaramó a las torres de sonido. Mientras, los “carrozas” tampoco se quedan a la zaga, especialmente Harris, quien se sabe dueño y señor de la vieja dama y hace notar su presencia. Al fondo, el chistoso Nicko McBrain, tapado por un amasijo de timbales y platillos se levanta entre canción y canción para tirar baquetas a diestro y siniestro. Finalmente Murray prefiere aplicar la velocidad sólo a los dedos, lo cual tampoco está nada mal.
Como dice una vieja canción, dos horas en el paraíso. Luego se encienden las luces, se acaba la fiesta del rock.
Ahora, ya de nuevo en camino, pienso otra vez en la cuestión inicial. ¿están los Maiden de capa caída o es que Miajadas se sale?. Ni sí ni no. Yo creo que empieza a ser hora de que los grupos se den cuenta que hay más sitios aparte de los eternos Madrid Barcelona y San Sebastián para hacer una gira sobre La Piel de Toro. Las siete mil personas que acabamos de asistir al show podemos dar fe de ello.
Y para terminar, también va siendo hora de que las autoridades se den cuenta de que un concierto de rock no es equivalente a la invasión de los vándalos. Había casi más guardias civiles que heavys. Decenas de Patrols llenos de escudos y cascos antidisturbios me parecen medidas cuanto menos salidas de madre. Lo que decía, nos están adelantando uno, dos, tres. ocho Patrols. Más los seis que estaban repostando gasolina hace un rato custodiados por dos números con las ametralladoras al aire, más los que ya hayan partido me hace preguntarme si ya podrían haber montado un concierto para ellos también. ¡Cómo está la autoridad!
Comentario por Félix Vera
Este artículo fue publicado originalmente en La Factoría del Ritmo Número 4 (sección: Conciertos).
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